Cartas al director

Nínive y Jonas

Ser profeta enviado por Dios no es una misión agradable ni grata porque denuncia al pueblo su pecado. Jonás, no quería ir a Nínive, que era una gran ciudad, porque tenía que anunciar que debido a su maldad sería destruida al cabo de cuarenta días. 
Trató entonces de huir para no cumplir esta misión tan desagradable; ya sabemos que fue arrojado al mar y posteriormente  tragado por una ballena que al tercer día lo arrojó a la playa. 
Por fin fue a Nínive para cumplir la misión que Dios le había encomendado. Los ninivitas se arrepintieron de sus pecados y Dios los perdonó a todos. 
Hoy en día la sociedad actual esta sumergida en una crisis moral sin antecedentes, el castigo por los pecados de los hombres parece inminente. Pero Dios es clemente y misericordioso y no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y que viva.
No nos envía a un profeta, nos envía a su Santísima Madre, la cual nos dice que nos enmendemos, que dejemos de ofender a Dios que ya está muy ofendido. Si no  hacemos caso del mensaje de tan amorosa Madre que sufre por el extravío de sus hijos, el castigo será inevitable; esta era de seguir sin enmendarnos, está llegando a su fin. 
Los ninivitas se convirtieron y Dios les perdonó. ¿Imitaremos a los ninivitas? Tenemos que abrir nuestro corazón para que nuestro Dios todopoderoso pueda entrar en el. Dice en el Apocalipsis: "Estoy a la puerta y llamo, al que me abra cenaré con el". Más no se puede dar ni pedir.