Cartas al director

un gallego, próximo secretario general de la onu

 “Hombre todo vanidad y fantasía, el rey de la tontería” (Refrán popular)
Este político español, gallego por accidente, ha acojonado al mismísimo Donald Trump. En todo el territorio americano no se habla más que de la conversación telefónica que mantuvieron ambos mandatarios. Y no es para menos. Donald andaba perdido por un campo de minas, que él mismo había sembrado. Hormigón de espoletas a lo largo de su frontera sur, que ha soliviantado a los vasallos del patio trasero yanqui. Cierre a cal y canto de la puerta de entrada a los impíos islamistas, terroristas potenciales.
Por un momento, creí estar reviviendo a Gila con su teléfono. Me equivoqué de cabo a rabo. No era parodia tal. La conversación fue real. Donald, desesperado, llamó a Mariano. Buscaba consolarse con el sabio consejo de un amigo fiel. Y no se sintió defraudado. Al fín, encontraba una voz cariñosa, que le respondía amorosa, “take is it, don’t worry, be happy, Donald… para eso están los amigos”. 
A mí nunca se me dio bien el idioma inglés. Así que es muy probable que mi traducción no haya sido la adecuada. Las palabras de Donald las interpreté como que le pedía a Mariano más aportación monetaria para combatir belicosamente al terrorismo. O sea, que le devolviéramos el importe del arrendamiento de sus bases en España, y que como socios otanistas nos preparásemos para acudir en ayuda humanitaria al oriente musulmán.
Mariano, todo un anglo parlante, aclaró mi entuerto. El amigo americano le solicitaba su mediación en América Latina y Oriente Medio. ¡Ah, claro el auténtico sentido de la mediación! Mediar sin que te lo pida una de las partes, y menos que te la otorguen. La unción, hete aquí, de un auténtico líder carismático del mundo mundial. ¡Allá, Evo Morales, si no lo entiende! La soberanía del Tío Sam no entiende de nacionalidades, y no hay más frontera física que la del Río Grande. 
En este momento, me viene a la memoria un pasaje de mi adolescencia. Actuaba Antonio Machín en el Coliseo Xesteira. El compañero Pepe Santos, embargado por la emoción, al escuchar aquellos boleros del divo, acompañado de sus inseparables maracas, saltó de su asiento. Exclamó sin indisimulado entusiasmo: “¡La Virgen del cielo glorioso, qué grande eres Antonio!”
Me obligas a decirte Mariano lo grande que eres, aunque cantes peor que Machín, y que confundas las maracas con otras partes nobles de la anatomía humana. La ONU te espera con impaciencia. De buena fuente sé que te recibirán con el himno del ¡Hala, Madrid!.