Opinión

Rueda no merecía perder

Contabilizados los votos de la CERA el proceso electoral ha quedado concluido. La vida política de Galicia sigue igual. Tras los cristales de la cafetería llueve mansamente y el silencio de la calle despide a un febrerillo de año bisiesto que no ha sido loco, excepto para las ilusiones de unos y el susto de otros. Arropados en la calidez de la cafetería, con mi amiga Cristina comparto el café de media tarde y su análisis sobre la campaña del 18-F y del resultado de las urnas. Con ironía valoramos que Alfonso Rueda humanamente no merecía perder y concordamos en que políticamente tampoco merecía ganar. Desde el punto de vista de la igualdad de oportunidades, no hubiera estado mal visto permitirle continuar en el cargo dos años más, esto es, si en la política actual existiera espacio para la benevolencia. Durante su tiempo al frente del buque de la Xunta a Rueda le correspondió ser un elemental continuador de los programas diseñados por su mentor. Por tanto se presentaba al examen con cartilla de aspirante en primera convocatoria. Y le ha valido la benevolencia del electorado.
Cris y yo estamos de acuerdo en que no ha mostrado méritos para vencer. En gran medida él también es altamente responsable desde 2009, entre luces y sombras, de la gestión de Feijóo. Para nosotros, ha sido un cometido global de tres lustros con más errores que aciertos. Rueda no podía presentar ni presentó los logros en economía ni en industria ni en infraestructuras ni en vivienda ni en sanidad ni en educación ni en agricultura ni en pesca… La oposición se ocupó de llevar las deficiencias a la palestra. Sin embargo el electorado les concedió un crédito insuficiente. Es así. La maquinaria del PPdeG, el desequilibrio demográfico provincial y la Ley D’Hont conformaron la santa trinidad del triunfo del aspirante novato. Pasó el susto perdiendo dos escaños, con poco más del cuarenta y siete por ciento de los votos, sólo unas cuarenta y cinco mil papeletas más que la suma de las conseguidas por nacionalistas y las tres izquierdas, no va a necesitar a la locura de D.O., además de haber mantenido a Vox en la cuneta. La realidad es testaruda.
Ahora viene el capítulo Alfonso Rueda presidente de facto. Deberá demostrar que existe Galicia más allá de Feijóo, incluso al margen de los devenires electoralistas de su predecesor. Tiene la obligación de sacar a la Comunidad Autónoma de la innecesaria confrontación con el Gobierno del Estado. Presentar un programa capaz de afrontar la vertebración del territorio, con una visión a largo plazo y capacidad para detener la agonía demográfica de las dos provincias interiores. Un programa en el que se invierta más en personal médico que en ladrillos hospitalarios. Detener las privatizaciones de la sanidad y de la educación y el éxodo de la juventud gallega mejor preparada desde los romanos. Deberá aceptar que las competencias en agricultura, industria y economía son suyas y dejar de echar balones fuera. Respecto de la grave situación de la vivienda debe cumplir la ley, abandonar los espejismos y las promesas sin fundamento abordando el problema con los medios transferidos, etc.
Pedirle que, en beneficio del futuro de la ciudadanía, abandone el arcaico liberalismo hispano en el que milita: religión, familia, trabajo y economía individualista, es pedir peras al olmo. Pero sí puede transformar su perfil técnico y demostrada capacidad de cercanía para impulsar una Galicia más allá del turismo y la propaganda. Cris y yo vamos a seguirle el rastro entre café y café, viendo llover mientras aguardamos tiempos mejores. 

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