Opinión

La moción y la poesía

El destino no es caprichoso como afirman los amantes del azar. Para mí el futuro está escrito en el libro secreto del tiempo y sólo al hacerse visible descubrimos los renglones dónde alguien depositó la maldad o la bondad de la vida. Estaba escrito que durante el Día Internacional de la Poesía un viejo guerrero, en el pasado amante de los versos de Antonio Machado, lector de Rafael Alberti, defensor de Miguel Hernández, devoto de Neruda, conversador con Gerardo Diego, practicante de las palabras de Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Hierro… llamado Ramón Tamames evidenciaría no tener categoría de verso suelto de la política, así considerado por muchos seguidores de su sapiencia económica. No, no era un verso suelto de rima libre asonante. Ha demostrado ser un intento de insensato endecasílabo sin ritmo y con sílabas mal contadas, justo cuando el país entero celebraba la poesía en todas las lenguas de esta tierra de culturas diversas con vocación federalista. Tamames lo negó tres veces antes de cantar el gallo.
El destino y no la presidenta del Congreso fue quien fijó la fecha para la estrambótica moción de censura de Vox, sacando en procesión al anacrónico romancero conocido por haber rimado otra moción en el Ayuntamiento de Madrid, allá por 1989, con la cual desbancó al PSOE de la alcaldía sumando su voto -proveniente de IU- a las derechas del CDS y AP coaligadas. No, la elección de Tamames para encabezar el poema bufo no fue un error de cálculo de Santiago Abascal y sus huestes, estaba escrito en el libro de los desatinos. Como también está escrito que “quien calla otorga”, verso utilizado por el PP en el poemario de sesiones para no molestar a la extrema derecha, con la que tarde o temprano acabará versificando. Y también fue cierta la existencia de oscuros poemas, donde el autor “se hizo el sueco”, para ocultar a la amada patria las verdaderas intenciones de seducción usando hipérbatos de calendario y viajes de urgencia.
No, la segunda moción de Vox al Gobierno de Pedro Sánchez ha carecido de valores poéticos y democráticos. No ha sido una acción mereciente ni de una epopeya ni de una miserable crónica medieval. Sin embargo es probable que semejante iniciativa haya marcado el final del ascenso de Vox. Los de Abascal sólo tocarán poder si Feijóo lo comparte con ellos. Una paradoja recitada por Cuca Gamarra en su discurso diametralmente contrario al de la primera censura, cuando pareció que Pablo Casado empezaba a apostar por el largo camino al centro, espacio tan esquivo históricamente para los conservadores. En el pareado donde entonces la portavoz dijo no, en esta ocasión ha “otorgado callando”. No ha negado una moción de censura ajena a la letra de la Constitución, no ha negado a un aspirante a presidente títere, no ha negado una propuesta sin Gobierno ni programa alternativo. Subió a la tribuna para saludar los pactos que el libro del tiempo les tiene reservado. Es evidente que Feijóo, o quien realmente mande en el PP, no va a esperar a la caída de Vox, como aguardó por la de Ciudadanos, para llegar a La Moncloa.
Lo dicho hasta aquí es una lectura poética sobre el posicionamiento de las dos derechas en la salida hacia la meta de las Generales. Afortunadamente Vox erró en beneficio del Gobierno de coalición. Por su parte el PP ha vuelto a equivocar las redondillas, los cuartetos y los serventesios. No ha sabido leer entre líneas y ha fallado en las rimas. Por desgracia, aunque yo me empeñe, la moción de censura careció de pulso poético.  

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