Opinión

Trombo política

En estos días convulsos en los que el Gobierno deshoja la margarita para decidir si indulta o no indulta a los encarcelados del Procés, yo pido la liberación para los menores de sesenta años vacunados con Astrazeneca que están a la espera de la segunda dosis de la vacuna contra el Covid-19. Ellos ya sufrieron el primer pinchazo en silencio, con resignación e incluso miedo, justo cuando se estaba cuestionando la conveniencia o no de administrar los viales debido a la sospecha de posibles trombos en inoculados con el vial del suero surgido en la Universidad de Oxford. 
Así, en Galicia, cuando parte de Europa y algunas Comunidades Autónomas suspendía por precaución la vacunación con los lotes de AstraZeneca, miles de gallegos y gallegas fueron llamados por el Sergas a la inoculación sin que le temblara el pulso a las autoridades sanitarias, al gobierno de la Xunta de Galicia ni al del Estado. Mientras ellos hablaban de seguridad y absoluta tranquilidad,  basándose en prestigiosos estudios científicos o no, las jeringuillas entraban sin piedad ni expectativas de cara a la administración de la segunda dosis. En la fila, a la espera de recibir la inyección, rigidez de cuerpo para arriba, flojedad de piernas y mirada al vacío esperando no ser uno de los –posibles- 0,0004 trombosados, aunque los estudios sobre estos efectos adversos sean no concluyentes.
Pasado el mal trago quienes -a salvo de malestar general, dolor de cabeza, vómitos u otros efectos secundarios menos graves- superaron el experimento, se sintieron días después felices de sobrevivir, antes de quedar estupefactos con el curso del proceso para adoptar la decisión sobre la administración de la segunda dosis adecuada. Volvieron a sentir escalofríos en la columna vertebral y dolor articular cuando, basándose de nuevo en limitados estudios científicos puntuales –o no- el Gobierno del Estado recomendaba encarecidamente la vacuna de Pfizer a quien recibió primero AstraZeneca. De la sugerencia inicial se pasó enseguida a la coacción, deslizando de nuevo comentarios interesados acerca de las posibilidades de trombosis, que se ningunearon o negaron de efecto directo en caso de la primera administración del suero. Si antes AstraZeneca era segura, ahora no. Si la primera no te mató, ahora prueba esta otra distinta, sobre la que en su momento, para justificar la seguridad de AstraZeneca también se especuló con la posibilidad de provocar efectos adversos similares, por supuesto, cimentados o no en estudios científicos y recomendaciones genéricas de la OMS.
Con razón la Xunta acusa ahora al Gobierno de Sánchez de meter miedo a la población, que insiste con ímpetu en la conveniencia de vacunarse con Pfizer la segunda vez, llegando incluso a abroncar al Ejecutivo gallego por reconocer el derecho de opción a los gallegos y gallegas, en contra del criterio del Estado que considera esa posibilidad no pactada en dicho sentido en el Consejo Interterritorial de Salud. El Gobierno tiene ahora cuatro muertes por trombos por AstraZeneca y la Xunta no. Por eso Galicia mantiene su postura de repetir con la fórmula anglosueca como primera opción, ya que así lo aconsejan los informes de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), las sociedades científicas y los propios técnicos de Sanidade, que saben que mezclar no es bueno, de toda la vida. 
Lo que sí se evidencia de modo claro es que la manipulación que nos inyectan a los ciudadanos no es inocua ni se queda en dos nimias dosis. Los negacionistas se frotan las manos y los ciudadanos con un mínimo de espíritu crítico y sentido de la supervivencia tenemos cada vez más claro que estamos ante una política trombótica que nos utiliza en mayor o menor medida. Esta trombo política podía al menos haber tenido el detalle de sacar del cajón o inventar “ad hoc” un estudio científico medio riguroso para los vacunados con la primera dosis de AstraZeneca, que dijera que ellos, con un único vial están inmunizados, por ejemplo al 95%. Esto sí sería bonito de creer y muchos no pensarían una vez más en esta triste gestión de la pandemia. 

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