Opinión

Pablo a la deriva

Ha dicho Aznar que cuando aún Casado era un imberbe ilusionado que se paseaba ajetreado por la sede del PP, él –que se tiene por visionario de alto nivel- ya sabía que el chaval sería presidente del Gobierno. Y que lo haría bien. Lo reveló a un público escogido y entregado en la convención del Partido Popular, cuyo objetivo frustrado era reforzar la figura presidenciable del líder de la derecha española. Y Casado tragó saliva y con sonrisa forzada procuró no sudar de más y disimular la incomodidad de una lisonja que le habrá recordado a los entrenadores de fútbol que son confirmados con énfasis por los presidentes de los equipos, para caer destituidos pocos días después. O a los campeones de los reyes en los duelos medievales cuando al bajar eufóricos el yelmo y ver por el pequeño hueco el tamaño y la furia descomunal de su rival, sienten un escalofrío justo antes de espolear al caballo.

Las personalidades que arroparon con su presencia y sus palabras al presidente en ciernes -José María Aznar, Mario Vargas Llosa e incluso Nicolás Sarkozy entre otras- no consiguieron elevarlo al pedestal de los líderes incontestables, ni con un cónclave hecho a medida. Ni siquiera Rajoy, a pierna cruzada a falta de puro y dándole indicaciones de gobernanza con naturalidad consiguió que imagináramos a Casado arropándose en su dormitorio de la Moncloa. No me pregunten qué es, porque no tengo la convicción ni la infalibilidad de la que presume Aznar, pero algo pasa con el liderazgo de Casado, que no cuaja. Le falta un hervor, podríamos decir. Y lo peor es que en ocasiones parece percibirse que él mismo lo sabe, que no se siente seguro. Y claro, es como lo que te dicen de los animales salvajes, que sienten el miedo. Que si te cruzas con un bulldog que te mira fijamente mientras te gruñe y enseña sus fauces babeantes, no le demuestres temor, aunque te coma por los pies. 

Pero Casado, en lugar de coger un palo o una piedra, da temeroso pasitos hacia atrás, titubea y se le nota. Por eso esperan en su equipo con muchos nervios la llegada de Ayuso el domingo, que tiene en sus manos dar la puntillita a esta pantomima. Ella sabe de los pies de barro de su querido compañero de partido y presidente del partido. El carisma, como la clase, se tiene o no se tiene. Y el líder, ¿nace o se hace? A este no sabemos si lo terminarán de esculpir. De momento la barca que maneja Casado parece que a la deriva le lleva, tal vez haciendo perder mucho tiempo al PP, y toda la oposición lo disfruta.

Te puede interesar