Opinión

La libertad son esas pequeñas cosas

Tengo un lio, lo que interesa a media España no sé si son los indultos o los insultos, la “magmanidad” o la magnanimidad. O a lo mejor son todas estas cosas. Por un lado la decisión del Gobierno de indultar a los condenados del Procés, hecha ya Real Decreto y que probablemente será tan útil y constructiva como las palabras de Junqueras al rechazar la vía unilateral. Esta iniciativa será papel mojado seguramente ya en cuanto estén leyendo estas líneas, pero me posicionaré con el Presidente del Gobierno al pensar que había que hacerlo, aún dando por descontado que el menosprecio y la deslealtad será la respuesta. Es como la enésima oportunidad que le damos al hijo pródigo o al amigo díscolo. 

Luego están los insultos, claro. Los de la oposición, más broncos cuanto más a la derecha y los de la España de la bandera por montera y el enaltecimiento de los símbolos que solo sirven para sembrar el camino de la discordia y conseguir hinchar las narices y las venas del cuello de no pocos españoles que ya de por sí se calientan espontáneamente. Por eso me pareció en primera instancia que Sánchez hablaba de magmanidad, como haciendo alusión al magma de un volcán que escupe lava ardiente que funde toda posibilidad de concordia que encuentra a su paso y arroja ceniza sobre la tierra en conflicto haciendo el aire irrespirable. Luego el líder socialista pronunció mejor y entendí que la magnanimidad era lo único que podía encajar en el contexto, la base que el Presidente estaba dispuesto a fijar firmemente sobre las arenas movedizas del independentismo. 

Pero como decía, esto interesa a poco más de medio país, que no espera ni milagros ni voluntad de entendimiento y que está más pendiente –junto con la otra mitad de españoles- de la salida a cara descubierta, una vez que Sánchez ha pregonado también el fin de la obligación de llevar mascarilla en espacios abiertos. Desde luego,  habrá también a quienes esta medida no les parezca una buena noticia, pero llega en el mejor momento, recién estrenado el verano. El Gobierno nos indulta un poco a todos para que no hagamos otra vez el gilipollas paseando con la mascarilla y las gafas de sol por la orilla de la playa. 

Ojalá el mundo fuera perfecto y estas dos grandiosas decisiones no fueran sino el preludio de la reconciliación entre Cataluña y España, por un lado, y el fin de la pandemia, por otro. Pero ni los indultos servirán -aunque hubiera que intentarlo- ni la mascarilla tardará mucho en volver. Que aprovechen los líderes e impulsores de la República Catalana para respirar un poco de libertad, mientras los demás dejamos también que la brisa nos acaricie la cara y sentimos el calorcito del sol. La libertad son esas pequeñas cosas.

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