Opinión

La puñetera verdad

La que defiende Pablo Iglesias, literalmente, la “puñetera verdad” no es otra que la falta de democracia plena en España. La esgrime aludiendo a una obviedad universal y apelando a la honestidad de aquellos que como él lo saben y callan. La revela con tono pausado y a media voz, como le gusta hablar desde que tiene responsabilidades de Gobierno, con la intención de que la serenidad transmita mayor credibilidad. Afirma describir la realidad y poner de manifiesto las verdades que duelen y molestan a quienes quieren seguir manteniendo una estructura de privilegios en este país. 

Para mí, la verdad suele ser como la conciencia, que pertenece a cada uno. Así es que la verdad pocas veces es absoluta e incontestable y la conciencia la tiene tranquila quien quiere. Decir la verdad y tener la conciencia tranquila es muy común en política, se pongan como se pongan las cosas. Aunque las manos estén sucias o la boca merezca ser lavada con jabón, la conciencia propia puede estar bien brillante, puesto que no se sujeta a más norma o criterio que la voluntad personal. Desde el convencimiento irrefutable, el líder de Podemos considera que denunciar las vergüenzas y los fallos del sistema político español es el mayor compromiso democrático posible. 

Poner en tela de juicio la calidad de la democracia española le ha supuesto críticas de la oposición –por descontado- y de sus propios socios de Gobierno. Pero también sus  colegas de Gabinete le han reprendido, manifestando incluso su discrepancia absoluta con el Vicepresidente Segundo al que de puertas para adentro le habrán tirado de la coleta, si bien para rebajar tensiones desde el PSOE justifican sus palabras en un contexto preelectoral, compatible con las intervenciones mitineras. Todo el ruido de sables es música celestial para Iglesias, que por fin recupera el trono mediático que se merece por su valor al volver a encarnar el papel de portavoz y justiciero cuya misión es revelar las verdades como puños que dejan en pañales el sistema democrático español, como si de un Capitolio merecedor de un asalto se tratara. 

El predicador de Podemos cae en el error de darle mayor valor a su verdad que a la mentira piadosa o al simple respeto a los demás. Yo no le diría al Vicepresidente que le veo más viejo y ajado, como esa “amiga” que -dándole mayor valor a su concepto de sinceridad que al respeto- le dice a la otra que la encuentra más gorda. Por Pablo me callaré, o me preocuparé por su aspecto cansado, como me preocupa la calidad democrática del país y la salud moral del mundo entero. Pero como todos los soñadores, Pablo Iglesias confunde el desencanto con la verdad (Sartre). Si me permiten, también aprovecho para decirles la verdad, tenemos los políticos que nos merecemos. 

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