Opinión

Todo tiene solución. Menos la muerte y la inflación...

Han sido tantas manos… Frías, parlantes, incisivas, distraídas, compasivas, fuertes, sigilosas, sensuales, … Todas, en el intento de recomponer el armazón que el calendario y los avatares de la vida han ido erosionando. Manos piadosas como última esperanza para ganar movilidad y recuperar autonomía. Sentirse menos viejo. Las de Dani son enérgicas, experimentadas y elocuentes. Fue con quien disfruté de mi última sesión de fisioterapia. “¿Argentino?, no me digas, ¿de dónde?”, pregunté. “De San Juan” respondió, haciendo una musitada alusión a cómo decenas de años de Peronismo abatieron a una economía que en algún momento fue de las más pujantes del planeta. Lleva ya décadas con nosotros, pero le oigo decir “Recién oigo hablar ahora de inflación en España. Estén alertas. El corralito argentino fue el causante de que no pudiera volver a mi país. Allí decimos: Todo tiene solución. Menos la muerte y la inflación“. 
Cualquier argentino tiene muy presente los estragos que provoca en sus vidas la inflación, que las destruye, sin que sea posible realizar ningún proyecto ni planificar nada. Desconfían tanto de sus gobiernos que siete de cada diez argentinos preferiría emigrar. Como Dani. Díselo fuerte Dani: “¡Chorros!”.
La inflación interanual en España se situó en diciembre de 2021 en el 6,5%, justamente lo que se habían incrementado los precios desde el mes de enero. El INE ha adelantado la tasa actualizada al mes de junio, que ha llevado a que la inflación acumulada, solo en lo que va de año, se vuelva a elevar, nada más y nada menos, en otro 6,0%; y la tasa interanual (junio a junio) se ha situado en un 10,2%.
 La inflación se ha convertido en el azote de la clase media española. Repostar gasolina, ir a la compra, encender la luz o alquilar una vivienda se ha convertido en una cuestión dramática para muchísimas familias. Hoy sabemos que un 30% de los españoles que aún podían permitirse salir de vacaciones este verano, las han cancelado por culpa de la inflación. 
Es cierto que los gobiernos en solitario no tienen siempre ni la culpa ni todos los resortes para controlar la subida generalizada de los precios. Pero resulta patético contemplar cómo, aún así, utilizan la propaganda política para engañarnos y decir que hacen algo, sin hacerlo, que las causas son unas, siendo otras, y que los efectos son menores, cuando no lo son.
Sánchez y sus ministros culpan a Putin como única causa de la escalada de precios, cuando el propio Banco de España los desmiente para aclararle que, más bien, se inició con el estrangulamiento en la oferta que produjo la reactivación de la demanda producida tras la pandemia, antes de los preparativos de la guerra. Zapatero aparece y declara sin cortarse un pelo que el Gobierno merece “un sobresaliente por la situación económica y social del país”. “Esto ya ha tocado tipo y es pasajero” decía Nadia Calviño. En un desesperado intento de recomponer sus bases electorales en descomposición Sánchez promete cheques a diestro y siniestro, pero no dice cómo va a pagarlos ni los efectos inflacionistas que estas prácticas generan en la economía.
Mucho me temo que vayamos a españolizar el refrán argentino. Gritemos otra vez Dani: “¡Chorros!”.

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