Opinión

En campaña

El nuevo año sigue jugando con el idioma, hace de las suyas y se divierte en malabares y cabriolas que van de mano en mano como eco que rebota en las montañas. Las ideologías es sabido que son el desastre de la Historia de los pueblos. Por ellas se ha matado, aniquilado costumbres y empobrecido y manipulado a los habitantes del planeta que vivimos. La conducta social humana es toda una sorpresa y más cuando los principios quedan enterrados por el clamor de la masa.
Tenemos arrebatos que son ejemplo de los últimos años en el comportamiento ideológico español. Hoy cada partido es más progresista que todos los demás, llevando al lenguaje a perder su músculo por estirarlo como un chicle. Y el otro gran arrebato pasa por la posesión que la derecha ha hecho de la bandera española.
La teoría del libro dice que el progresismo se distingue de los movimientos revolucionarios en que aspira a implementar fórmulas y métodos que hayan funcionado y que mediante hechos puedan probarse, en lugar de abrazar ideologías o aspirar a la realización de utopías que a menudo ofrecen la igualdad y la libertad como posibilidades separadas. En esta diferencia está la cuestión y la izquierda se ha querido acaparar del término por aquello de que el progresismo tiene su origen en la Revolución Francesa de 1789, en la que el pueblo francés derrocó la monarquía absolutista y redactó, entre otras cosas, la primera declaración universal de derechos humanos. El término resurgió en el marco del siglo XIX y su Revolución Liberal para designar a los partidarios del cambio social y las transformaciones económicas y culturales, frente a los conservadores que abogaban por el retorno al Antiguo Régimen. La palabra progresista se emparenta con la de reformista, y no hay político que quiera irse sin dejar sus reformas, y, sobre todo, legando mucha placa de inauguración. Como más que inaugurar se destruye, la imagen del líder que moderniza y desarrolla el país pasa por arranques de ideas que hablen de revoluciones políticas, avances tecnológicos, cambios significativos en las normas y roles de género, como el movimiento feminista, la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres o el movimiento LGTBQ+, que han impulsado cambios en las leyes y actitudes que enarbolan la igualdad y la justicia. Y no podemos omitir la globalización que pregona mayor interconexión y dependencia entre diferentes sociedades, y que ha generado cambios en la economía, la cultura y las relaciones internacionales.
Ante tanta invención en el mundo de las ideas se echa de menos lo tangible que perdure a tal o cual político. Y entonces se me aparece el NODO en blanco y negro con algunas de las inauguraciones más destacadas durante el régimen de Franco. En ese tiempo se construyeron los principales pantanos españoles gracias a los que ahora se están abasteciendo muchas ciudades de España. Se utilizan como abastecimiento de agua potable, generación de energía hidroeléctrica, regulación de caudales, riego agrícola y la prevención de inundaciones. Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, hay alrededor de 1.200 embalses y presas en todo el territorio español. España bebe de ahí, y hoy es la Alta Velocidad la que invita a brindar. Galicia espera ver cumplidas las promesas para seguir con los tiempos AVE. Como estamos en campaña corre el agua a la velocidad de los trenes Avril y el progresismo pierde la bandera.

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