Opinión

El fin de una era...

Cuando acabé mi Grado en Derecho en la USC, a muchos de los estudiantes les invadía la incertidumbre acerca de su futuro profesional: dónde comenzar a trabajar, cómo y en qué condiciones eran los principales interrogantes. Algunas como yo, huimos de ese dilema comenzando una oposición que, en el mejor de los supuestos, es decir el aprobado, nos posicionaría en el mercado laboral en unas buenas condiciones, con la estabilidad que madres y padres anhelan para sus hijas y es tan difícil de encontrar hoy en día.

Desde luego, lo que todo estudiante de 4º de Derecho no se plantea es la probabilidad de ser sustituido en el entorno laboral por la inteligencia artificial, inclusive antes de comenzar. La posibilidad de que una máquina trunque tu futuro después de años de estudios y de esfuerzos, por el mero de hecho de ser tan eficiente que llegue a resolver problemas jurídicos complejos en menos de un minuto, no es nada
alentador.

De forma que la pregunta que hay que responder es qué puede motivar a un joven estudiante en su último año de estudios para iniciarse en el apasionante y competitivo mundo de la abogacía, cuando sabe que sus posibilidades se verán mermadas debido a la tecnología.

Despachos de abogados de reconocido prestigio ya han reconocido que reducirán el número de juniors en sustitución de una máquina capaz de desarrollar
todo su potencial. El problema que yo planteo es precisamente, ¿qué sucederá con los puestos intermedios y altos, cuando a esta gente le llegue el ansiado retiro y no hayamos formado a suficientes juniors para que en un futuro puedan sustituirlos?

¿Y el cliente? A nivel técnico es de suponer que estará satisfecho, si como se dice, la máquina alcanza un conocimiento tan global y elevado como para aprender incluso lo que aún no existe, pero quien tratará con él y atenderá sus necesidades, quebraderos de cabeza, dudas e incertidumbres…

La inteligencia artificial puede suponer una herramienta de gran ayuda a nivel de búsqueda, investigación o redacción, pero a la hora de buscar soluciones innovadoras, teniendo en cuenta las necesidades y ansias de las personas, deja mucho que desear.

Supongo que, llegados a este punto, habrá que formar a los jóvenes abogados no solo en cómo desarrollar sus habilidades jurídicas sino también en cómo manejar esta nueva tecnología (o no tan nueva en favor de sus intereses). La gestión del conocimiento es todo un reto y la manera en la que se accede a él puede dar un gran vuelco a la metodología que hasta ahora conocemos.

Desde luego, con esto no quiero decir que los despachos de abogados dejen de implementar la tecnología, pero igual es preciso darle una vuelta al cómo y para qué emplear la inteligencia artificial, ya que la forma en la que los abogados se relacionen con ella marcará el devenir de este sector.

A mi modo de ver, sustituir personal formado con ganas de comenzar sus carreras, ambición y con más de una habilidad, por máquinas, no sé si es una buena estrategia al menos a largo plazo. Por supuesto obviar las oportunidades que ofrece la inteligencia artificial supondrá un estancamiento para todo despacho que desee crecer, progresar y ser competitivo.

El momento es duro y exige una decisión, pues hay trenes que pasan por delante y son necesarios abordar, so pena de perder el ritmo del futuro y quedarse atrapado en una estación.

(*) Abogada de Vigo.

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