Opinión

Por mí, vale. Atentamente

Sr. Guillermo Juan Morado, Director del Instituto Teológico de Vigo. Leer su tercer artículo me trajo a la memoria las manifestaciones del Papa Ratzinger en una visita llevada a cabo a su país de origen hace algo mas de tres años, cuando sorprendiendo sobremanera a gran parte del rebaño, dijo aquello de que “un agnóstico esta mas cerca de Dios que un fiel rutinario”.
Tras la lectura de su último artículo, creo que estamos ambos mucho mas cerca de lo que la manada de fundamentalistas que la han emprendido conmigo estos días supone, al menos en lo que yo considero fundamental, aunque para usted lo fundamental quizá sea lo que a mi menos me interesa, como es la deidad o no de ese carpintero de Nazaret, en el que realmente lo que admiro profundamente es el núcleo del mensaje, que prácticamente la inmensa mayoría de sus seguidores son incapaces de cumplir. 
Me da usted la razón en prácticamente el grueso de mis observaciones, pues el resto, la parte que corresponde exclusivamente a las creencias, en las que no tengo el menor interés, pues el identificar a Jesús con un dios, al tiempo que como dios se le adjudican toda una serie de virtudes de las que nadie sabe lo mas mínimo, forma parte de un convencimiento particular en el que cada uno es muy dueño de militar o no,  identificando a un dios todopoderoso con el amor, lo que convendría explicar claramente, tras un tsunami, a las víctimas, a los parapléjicos o a los huérfanos, algo evitable, con la gorra, para cualquier “todopoderoso”, que además sea identificado con el amor. Mas bien parece que, al igual que fe o razón, tengamos que hablar de amor o poder, pero la “y” sigue sin encajar. De todas formas, allá cada cual con sus consuelos.
En cuanto a lo que ahora, tras largos siglos de oscuridad y a la luz de la ciencia “interpreten pensadores católicos”, podrá verse adornado de los matices que se quieran, pero el Génesis, uno de sus libros sagrados, inspirados por su dios (según ustedes), es muy claro, les guste ahora o no, pues lo de que “la mayoría de los católicos estamos de acuerdo en que es absurdo contraponer “creacionismo” y evolucionismo”, será reciente, pues al pobre Darwin y colegas científicos en la misma onda, desde el mundo de la fe (algo históricamente habitual), les ridiculizaron y les llamaron de todo.
Finalmente entra usted en lo que apunta Ratzinger y que nos deja a los católicos y los agnósticos a menor distancia intelectiva que la que existe entre personas ilustradas y educadas como usted y gran parte de su rebaño, el planteamiento de la idea de Dios. Como usted sabe, mientras un ateo niega la existencia de dios alguno, un agnóstico, por definición, no niega la existencia de un Dios, simplemente se limita a pensar que pudiera ser posible, pero que lo desconoce pues no existe evidencia real y contrastada alguna de ello, mientras un creyente no solo asegura esa existencia, sino que incluso dice haberlo localizado, para desde ahí atribuirle todo tipo de virtudes y mandatos incuestionables, e incluso estar dispuesto a dar la vida por ello, actitud, como poco, muy cercana al fanatismo.
Yo no pretendo el conocimiento a partir de la fe, sencillamente porque no me parece un camino fiable ni me aporta evidencia alguna, y cuando me planteo la idea de Dios, al ser inevitable también la idea de lo infinito, se plantean cuestiones que no encajan. Si la existencia del mundo es una rueda de hacer y deshacer en un camino infinito, planteamiento oriental paralelo al movimiento expansivo del big bang y la previsible parada y retracción posterior, para volver a empezar, argumento científico que va cobrando verosimilitud, ello nos lleva a la no existencia de principio ni fin. Si por el contrario el big bang se produjo a partir de una partícula de carga energética extraordinaria, y esa partícula fue creada por alguien (complicado argumento), ¿ese alguien, de donde procede? ¿Surgió de la nada?. Si además, nos dicen ustedes, en sus libros sagrados, que ese alguien disponía de una corte en la que unos a otros se tiraban los trastos a la cabeza (el bien y el mal), el asunto ya resulta cada vez mas peliagudo.
D. Guillermo, me parece que ambos buscamos a Dios. La diferencia es que usted, a lomos de la fe, ha creído encontrar el suyo, que a mi no me atrae lo mas mínimo, mientras yo, aun a costa de no encontrarlo (tampoco me preocupa demasiado), sigo a lomos de la ciencia, la razón y la duda, por la senda del caminante, “y cuando de nada nos sirve rezar, caminante no hay camino, se hace camino al andar.”

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