Opinión

Sacrosanta hipocresía

Aleluya, aleluya, el niño ha nacido (otra vez), mientras los peces beben y beben en el rio, los pastorcillos a lo suyo y en Cataluña el caganer (hecho diferencial) se cisca por el campo a mayor gloria de su particular celebración. Toca comprar compulsivamente, atiborrar a niños y niñas de regalos y a adultos y adultas de grasas e hidratos de carbono, a lo bestia.
La mejor diplomacia del mundo, otrora convenciendo a base de hoguera para disidentes y ahora de regalos para iniciados, vuelve a celebrar un hecho del que nada se sabe a ciencia cierta ni históricamente, pero que si realmente tuvo lugar, según los estudios mas serios, para nada fue en estas fechas, ni en ese año, ni en ese lugar, ni según Ratzinger hubo burro ni buey, ni reyes de oriente, como tampoco estrella alumbrando portal alguno (científicamente imposible), ni madre virgen (posible únicamente por inseminación in Vitro), ni padre mitológico con alas y sin intervención de espermatozoide alguno, virginidad, por otra parte, que no tiene la menor importancia, signos todos ellos elaborados por la escuela de Pablo años mas tarde, antes de escindirse y crear la nueva religión, en su empeño en convencer al pueblo judío de que se trataba del esperado mesías que, según las profecías, habría de manifestarse cercano al fin de los tiempos.
Alguien que confesaba que eran tiempos de amor y buenos deseos,  me preguntaba, con cierto choteo, como llevábamos esto de la Navidad los agnósticos, a lo que la respuesta es evidente: cada uno a su manera.
En mi caso he de confesar que son fechas que me aburren soberanamente, al tiempo que año tras año contribuyen a acrecentar mi incomprensión y mi decepción hacia parte de ese ser humano tan hipócrita y lleno de contradicciones, pues mi idea del amor y de los buenos deseos difiere radicalmente de la práctica establecida para estos eventos.
Por un lado se nos dice que es momento de apiadarse de aquellos que carecen de casi todo, de ser solidarios y de desear la paz, la prosperidad y el amor universal, etc. y por otro transmitimos a nuestros menores el mensaje del mas duro consumismo, mientras nosotros nos forramos a jalar y a beber lo mas caro del mercado. ¿En que consiste el amor y los buenos deseos?.
Uno, desde su agnosticismo, no acaba de entenderlo y piensa, tontamente, que quizá deberían ser tiempos de reflexión colectiva, de hacer todo lo contrario, de llevar a cabo un auténtico ejercicio de amor, de solidaridad y de comprensión, de transmitir a nuestros menores que no todo lo importante es lo material, los regalos, los deseos, las ambiciones, ni el empacho cuando otros, en nuestro mundo global y tan próximo, no tienen con que alimentarse a diario.
¿Que pasaría si en estas fechas hiciésemos todo lo contrario?. Nuestros niños renunciando conscientemente a los regalos y donando parte de los suyos a quienes ni siquiera sueñan en poder aspirar a una pequeña alegría, mientras nosotros ayunábamos un día entero para donar su importe a quienes lo hacen por obligación a diario. Es cierto que afortunadamente existen seres así que practican esa solidaridad, pero son los menos, pues nuestra sociedad se ha acostumbrado a lo contrario, a engañarse creyendo que con ello practica algún modo de amor o de solidaridad, simplemente por enviarse correos deseándose lo mejor y cursilerias de todo tipo.
Solo con que en una sola de tales fechas en la que gastamos una media de unos 30 euros por persona y día en comida, y otros 20 euros en regalos, ayunáramos las 24 horas y destinásemos ese dinero a cubrir necesidades, en España recaudaríamos algo mas de 2.000 millones de euros, cerca de 6 millones diarios, cantidad con la que se podría alimentar a mas de medio millón de personas al día, durante todo el año.
Todo eso en un solo día, cuando en el intervalo de dos semanas tenemos tres fechas de similar manifestación de “amor”, como son nochebuena-navidad, fin de año y reyes. Somos todos, o al menos la mayoría, unos auténticos hipócritas que prácticamente nada hacemos por aliviar el sufrimiento ajeno (yo el primero), nos inventamos las más peregrinas disculpas, intentamos convencernos de nuestra bondad, de que los pobres son cosa de otros, del gobierno, de los ricos, de que no es ese precisamente el momento y de un largo etcétera que en los titulados “creyentes” ya suena a auténtica coña marinera.
Esa inmensísima mayoría que celebra el nacimiento de ese niño al modo habitual, eso si, antes de atiborrarse dan gracias al señor por los alimentos recibidos, así como su organización, ¿qué han entendido de todo este asunto? ¿Qué es para ellos el AMOR, la solidaridad, la caridad, la comprensión, etc.? ¿Acaso cobra mayor significado que ahora la expresión que tan bien conocen de “sepulcros blanqueados”, o la de ese Jesús echando a latigazos a los mercaderes del templo?
Si, todo ello viene a cuento de la pregunta expuesta. ¿qué es para ti la navidad?, pues eso, un coñazo en el que hay que soportar además que algún crédulo de turno, que de lo suyo no ha entendido nada, después de empacharse y convertir a sus hijos en putos materialistas, te intente dar clases de AMOR, solidaridad y buenos deseos… mientras en el rio, los peces beben y beben y vuelven a beber.

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