Opinión

La blasfemia

En una pequeña celda, de una cárcel de Pakistán, una mujer (Asia Bibi), fervientemente católica, implora al Papa Francisco, y espera la muerte tras ser condenada por blasfemia. Trabajadora del campo, fue encargada de ir a buscar agua. El resto de las trabajadoras, seguidoras del Islam, se opusieron a que fuera, pues no siendo musulmana, contaminaría el recipiente y lo haría impuro. Por ello le exigieron que abandonara el cristianismo y que se hiciera musulmana. Ella contestó que Jesús murió en la cruz por los pecados de la humanidad y preguntó a las mujeres musulmanas que había hecho Mahoma por ellas. Presentada la denuncia por blasfemia, el juez la condenó a muerte por blasfemar contra el profeta.
Hoy la blasfemia, tras los sucesos de París, está en las páginas de todos los medios, pero ¿qué es la blasfemia?. La definición actual del término supone la ofensa verbal o de hecho hacia lo venerado por una religión, algo que a lo largo de la historia ha supuesto un arma de primer orden para todas las religiones, en su lucha contra todos aquellos que osaran discutir su terrenal y extracorpóreo poder.
En el Levítico, el “delito” de blasfemia se castigaba con la lapidación por el pueblo. Posteriormente en el Código Justiniano se establece la pena de muerte para los blasfemos contumaces contra la religión cristiana. Jesús condenó la blasfemia contra el Espíritu Santo, a no ser perdonada jamás. El sistema represivo se mantuvo durante toda la Edad Media y la Moderna, donde la muerte del condenado era administrada de las formas mas macabramente pintorescas, según usos y costumbres.
A partir del siglo XIII, la Iglesia abandona el Código Justiniano y establece sus propias penas, tal es así que ya en el siglo XVI el Papa León X, en el V Concilio de Letrán, estableció para los plebeyos que incurriesen en blasfemia contumaz la pena de cárcel perpetua o de galeras, mientras los denunciantes, a parte de indulgencias, recibían la tercera parte de la multa.
Más tarde, el Papa Julio III, confirmado posteriormente por “San” Pio V, amplió la condena a la perforación de la lengua y a igual pena a quienes oyendo blasfemar no lo denunciasen.
Si nos acercamos en el tiempo, todavía nuestro Código Penal ¡vigente!, concretamente en el artículo 525, condena con pena de multa de ocho a doce meses la blasfemia. Afortunadamente la judicatura ha tomado otra senda: “El hecho de no creer en los dogmas de una determinada religión o pensar que no son ciertas y manifestarlo públicamente, entra dentro de la libertad ideológica y de la libertad de expresión, por lo que en si mismo no entraña ningún comportamiento censurable penalmente”.
Decía Bertrand Russell, “Si hubiera un Dios, creo que sería poco probable que tuviese tal vanidad de ponerse incómodo como para sentirse ofendido por aquellos que dudan de su existencia”. Robert Redeker asegura que “La religión no merece ni mas ni menos respeto que otras producciones notables de la imaginación humana. Nos podemos reir de Marx, Jesús o Mahoma, del Cristianismo y del Islam. Exigir a los no creyentes que se comporten como creyentes ante símbolos religiosos, es una excesiva pretensión. Lo que la religión llama “respeto” no es mas que la pretendida sumisión universal a su particular imaginería social”.
¿Es acaso menos grave satirizar hasta la saciedad a personajes reales, como Darwin o Einsten, en la forma que se ha hecho y se sigue haciendo desde amplios sectores del catolicismo por desmontarles parte de sus fantasías, cuando se trata de dos personajes que han aportado al bienestar, al conocimiento y a la paz, infinitamente mas que cualquier religión, cuyo legado a lo largo de los siglos está plagado de lo mas estrafalario, de ignorancia, guerras, masacres y crueldades de todo tipo?
¿Por qué ha de parecernos peor caricaturizar a San Pablo como un mono, un personaje que se ciscó en el mensaje de Jesús, machista de tomo y lomo y con una exagerada ambición de liderazgo, y sin embargo reírnos cuando vemos una botella de anís del mono, con la cara de Darwin, quien aportó a la humanidad el conocimiento de la evolución, desterrando científicamente de una vez la absurda teoría del creacionismo, lo de Adán y Eva, la costilla, el barro y todas esas bobadas con las que aun, impunemente, ante nuestras narices, se sigue engañando a tantos niños?.
Hoy unos radicales islamistas, en una actitud absolutamente intolerable e injustificable, al igual que siglos atrás inquisidores dominicos, han condenado a muerte a quienes consideraban unos blasfemos, y por tanto dignos de castigo divino, administrado por sus reales voluntades.
La publicación satírica francesa practica la blasfemia, por supuesto, al igual que en España el Jueves, con ataques a las religiones y sus símbolos entre otros objetivos de sus dianas, en aras de la libertad de prensa, de expresión y del derecho a disentir, de forma mas o menos próxima o ajena a nuestras sensibilidades. Otra cosa sería la publicación de la mentira, la falsedad o el falso testimonio. No siendo así, la caricatura es algo que desde hace siglos forma parte de la literatura, de la pintura, escultura y en general de todas las artes, sin que en ello nadie, al menos en estados laicos, tenga derecho a ser ajeno a sus objetivos.

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