Opinión

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Como estamos en un tiempo en el que la mayor parte de la gente parece haber perdido el juicio, se producen en ámbitos cotidianos sucesos que contribuyen a consolidar firmemente esta creencia. Por ejemplo, se ha comprobado sin temor a duda porque hay testimonio gráfico del hecho, que un hombre enloquecido ha agredido sexualmente a Leticia Sabater mientras actuaba sobre el escenario situado en la localidad de Blanes provincia de Girona. Se sabe que la cantante y bailarina (¿) es muy dada a invitar a personas del público a subirse al estrado y bailar con ella, una manía que en este caso ha llevado también incluida una penitencia porque un sujeto, al parecer transido de admiración y deseo, se abalanzó a besarla desesperadamente en cuanto se vio arriba.
Las sociedades civilizadas se perturban con cualquier cosa, y en estos tiempos nuestros los agentes capaces de inocular gérmenes de desequilibrio en ciudadanos aparentemente mansos son numerosos y muy intensos porque ya hace falta estar del tarro para tratar de besar en los morros a Leticia Sabater que tiene dos barras de plástico por labios y medio kilo de silicona en cada carrillo.
Pero si la sociedad en la que vivimos acepta con entera serenidad que un criminal diagnosticado por la Guardia Civil –un informe recientemente publicado explica que la benemérita le implica en al menos nueve secuestros y un asesinato- se convierta en factor de primera necesidad para sentar en la Moncloa a un presidente del Gobierno, y tolera que ese mismo aspirante a la presidencia se entreviste con su gente y estreche la mano a un individuo relacionado con quienes han intervenido en la muerte de un compañero de partido, lo del  altercado de Blanes y Leticia Sabater es una anécdota insignificante aunque sea difícil de creer si no existiese el vídeo colgado en las redes que ahora lo certifica todo. A Sánchez no le hace falta vídeo alguno aficionado porque se hace acompañar de los fotógrafos oficiales para inmortalizar el día en el que se ven las caras con él los que se cargaron a sus camaradas en los viejos tiempos.
En definitiva, que para pertenecer a una sociedad como la que se está fabricando, más vale huir a una isla desierta y que  por favor no le busquen a uno.
 

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