Opinión

Trayectoria de boomerang

Los complejos entramados que se dan cita en un caso de corrupción política recuerdan a las pandemias. Comienzan con un suceso aislado que, sin embargo, se va haciendo más grande, se extiende y se complica, cubre una cada vez más amplia superficie de terreno y concierne cada vez a más gente cuya intervención va asomando a cada paso que afrontan las investigaciones, invadiéndolo todo, retratando a todo el personal y poniéndolo todo perdido. Es como la peste, que a todos enferma y todo lo contamina.

El caso doloroso y vergonzante del tráfico de mordidas que afecta a personas próximas al ex ministro José Luis Abalos, cuyo primer desarrollo parece señalar de modo pertinaz a su colaborador más próximo, un sujeto brusco e intimidador convertido en la sombra del ministro y chico para todo lo que fuera necesidad de su jefe  aunque hubiera que tirar por la vía más dura, es un caso clásico de podredumbre que, si se instruye con la debida independencia y se afronta con honesto sentido de la justicia que debiera aplicarse sin interferencias ni servidumbres políticas, tiene toda la pinta de llevarse por delante a una buena cantidad de personajes de alto nivel en el organigrama de un partido de cuya honradez, vista en su conjunto, no se puede dudar, pero en el que no es  la primera vez que se cuelan estas amistades peligrosas que brotan del subsuelo y te buscan la ruina. El PSOE tiene una ligera tendencia a incorporar a su bases personajes de nula enjundia intelectual y pocos escrúpulos, a los que se les aplica un seguimiento muy laxo en justa reciprocidad con un entusiasmo militante que se recompensa a su vez con responsabilidades y poder que no merecen y en cuyas manos peligra. Es el caso de Roldán, al que nadie solicitó credenciales ciertas y que ningún estamento de su partido se ocupó de constatar que las que presentó lo eran y acabó mandando la Guardia Civil, el caso de Juan Guerra que en 1989 montó un despacho paralelo con el que traficó en favores, o el más cercano y lamentable proceso de los Eres en la Junta de Andalucía que acabó con Griñán, deshonró a Chaves, señaló a varios mandos, y enchironó a maleantes de medio pelo.

Este asunto de Abalos que va a hacer más daño de lo que se presuponía, tiene además otra interpretación de marcado acento bíblico. La de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Sánchez fue presidente apelando a la necesidad de acabar con un partido y un gobierno corruptos. El boomerang está dando la vuelta.

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