Opinión

La sombra de los mediocres

El paisaje que se adivina tras el escándalo Koldo inquieta a cada hora que pasa. Como cabía esperar, el ex ministro Ábalos no ha renunciado a asiento en la Cámara sino que lo ha cambiado de sitio donde, según me explican los que entienden, los beneficios son más provechosos. Los dineros que el propio Congreso abona a los grupos parlamentarios suelen destinarlos los partidos con representación parlamentaria  a su propia financiación. Sin embargo, la regla no se practica en el grupo mixto en el que esos fondos se reparten entre sus integrantes porque no hay grupo sino individualidades –a menudo gente obligada a la diáspora como el propio Ábalos- con lo cual, lo que se cobra va a al bolsillo de cada uno. Lo que Ábalos pierde por dejar de presidir la comisión de Interior lo gana y lo multiplica por su pertenencia a este saco sin fondo. Y ahora sin militancia, puede hacer de su voto lo     que le dé la gana. Dice que votará con el Gobierno, pero nunca se sabe.
Se trata de una situación que contribuye a enturbiar aún más la percepción que el ciudadano medio obtiene de sus representantes parlamentarios: de la multiplicidad de sus retribuciones, de sus ventajas fiscales, de sus intolerables privilegios, de la inutilidad de su trabajo, de su haraganería, de su moral laxa, de su profunda incultura. 
Y es que, en el fondo de todas estas reflexiones que el contribuyente se formula cada vez que se encuentra con un panorama de las inmundas inflexiones que se adivinan tras esta trama, está la continua percepción de la ínfima categoría intelectual, profesional y  personal que se percibe en el trasfondo de la participación política. Es la persistente y patibularia figura de los mediocres sin entrañas ni ética ni preparación que encuentran acomodo en la arboleda de los partidos políticos y cuyos jefes premian su fidelidad y su gregarismo con cargos  de alta responsabilidad puestos en manos de zombis que no piensan, dispuestos a cualquier cosa para mostrarse leales a los que les pagan. Que un mamporrero  sin seso ni sentido alguno pueda sentarse en el consejo de una empresa pública como lo estaba este tal Koldo en Renfe, con los estudios justos para juntar letras y la autocrítica de vacaciones, explica por qué nos pasa lo que nos pasa. Que somos el último de la fila con el permiso de Manolo. 

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