Opinión

Saber está de más

El ejemplo más evidente de que no es necesario ser una lumbrera para convertirse en ministro lo encarna a estas alturas de la democracia, María Jesús Montero, quien no solo es ministra sino que se ha convertido en vicepresidenta primera del Gobierno y segunda de a bordo del equipo gobernante y del partido que lo ostenta. María Jesús Montero, trianera del año 66, doctora en Medicina -una disciplina que jamás ejerció- cuando abandonó la Junta de Andalucía donde ejercía entonces la consejería de Hacienda llamada por Sánchez para integrar su primer equipo ministerial, muchas voces susurradas propusieron que los dirigentes socialistas andaluces respiraron tras sacársela de encima. El caso es que en 2018 se convirtió en titular de la Hacienda Pública y portavoz del Gobierno. Su peculiar dicción y sus frecuentes y regocijantes disparates  a golpe de micrófono aconsejaron que abandonara esa responsabilidad y se centrara en otros cometidos más discretos en los que no tuviera que hablar para decir barbaridades. Un año después, era vicesecretaria general del PSOE y vicepresidenta cuarta del Gobierno. Y al paso de otro año y con la salida de Calviño a Europa, María Jesús Montero Cuadrado –aquella estudiante inquieta, bregadora y atractiva, que la liaba allá donde iba y que había fraguado su posición política próxima al comunismo desde las bases  de un  pensamiento  cristiano y militancia en organizaciones católicas solidarias- es con mucho, la mujer más poderosa de España.

Es verdad que ya no se exige dominio de la materia, experiencia y conocimiento para gestionar una cartera. El primer gobierno de Suárez y el primero de Felipe González fueron ambos modelos paradigmáticos de la teoría el mejor para cada puesto. Suárez juntó en su equipo verdaderos talentos que provenían de familias no solo distintas sino en muchos casos abiertamente dispares. González no preguntó a nadie su procedencia ni exigió pedigrí para incorporarse a sus filas. Construyó un gobierno integrado por los mejores en lo suyo hasta construir un equipo deslumbrante.

Hoy no es así y Montero no solo no es una figura sino que manifiesta lagunas serias en finanzas, historia, cultura y materia tributaria. Da igual porque Sánchez no lo exige eso. Le exige fidelidad  sin fisuras y compromiso a tope. Y ya está. Que se prepare Yolanda.

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