Opinión

Respeto y alegría

Por cuestiones que sospecho nada tienen de casuales, el acto de jura de bandera de la Princesa de Asturias –título que se adjudica al heredero o heredera de la Corona- celebrado en el patio de la Academia de Zaragoza, ha coincidió con el lanzamiento al espacio del primer ingenio astronáutico de fabricación nacional. El cohete “Miura I” no es sin embargo un artefacto propiedad del Estado, sino que pertenece a una empresa de titularidad privada llamada PDL Space que ayer celebraba en pleno y comprensible éxtasis su triunfo. El objeto espacial ha permanecido en vuelo exactamente 306 segundos sobre los cielos de Huelva, y se ha comportado a la perfección según sus promotores. De hecho, esta actuación que muchos tomarán con cierta tibieza por  cuanto transmite una sensación de conquista aeroespacial sumamente modesta, ha contribuido a abrir a nuestro país las puertas del exclusivo club de las naciones capaces de colocar un cohete en el cosmos. No muchos lo han logrado y, reconociendo el origen sumamente sencillo de este episodio, tampoco hay que menospreciarlo de ningún modo. España no solo aspira a obtener triunfos en el terreno deportivo sino que ya es potencia aeroespacial. De menor cuantía pero potencia.

En estos tiempos de permanente controversia y riesgo latente de perder la identidad nacional cuya defensa no siempre es comprendida por determinados colectivos políticos y sociales capaces de identificar el apego a la bandera roja y gualda y los símbolos propios de todos como un peligroso síntoma de fascismo, situaciones como la de Huelva contribuyen a elevar  la autoestima. Pero no solo lo de Huelva sino también lo de Zaragoza, donde una mujer joven y con carácter ha escenificado un compromiso de cariño y lealtad a unos símbolos que nos pertenecen y que nadie en su sano juicio debe considerar excluyentes y enemigos de una pluralidad del país que pocos ponen en duda, y que bien entendida implica y proclama el reconocimiento de una riqueza que otros no posee. Mejor para nosotros -diría cualquiera con talante integrador y generoso- si podemos gozar de una situación que añade fuentes de cultura y relación social en vez de combatirlas.

No tengo vocación de monárquico pero no creo que esa condición excluya mi  profundo respeto a la Constitución y sus normas. Y mi alegría porque la próxima corona si se produce, será de mujer. 

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