Opinión

Que viene la Navidad

La Navidad se acerca y uno no sabe si ponerse muy contento y celebrar la festividad por todo lo alto, o refugiarse en casa y procurar no pisar la calle ni poner la tele. El tratamiento que a la altura de este primer cuarto del nuevo milenio se otorga al tiempo navideño tiene muy poco de navideño, ha convertido las ciudades en parques temáticos, ha descontextualizado el contenido del mensaje, y ha puesto impracticable el disfrute del paso en armonía, desbaratando la terneza de un momento que se instituyó para reflexionar y no para quemar las tarjetas de crédito. Personalmente confío mucho en las Navidades para  empoderar la filosofía del rencuentro, un emotivo y poderoso argumento en el que quienes tenemos lejos gentes a las que queremos mucho confiamos ciegamente, y que probablemente representa el mayor atractivo de una fechas que por otra parte se han embarcado en un disparatado tobogán de excesos capaces de convertir  en tortura lo que debería ser un periodo de lo más intenso en aspectos afectivos y emocionales. El ritual de las uvas hecho reto a ver quien se lleva el primer premio al que se han abocado las cadenas de televisión, es exactamente igual de insensato que el frenesí competitivo que se ha apoderado de la mayoría de los alcaldes  y que los obliga no solo a pelearse entre ellos por exhibir el alumbrado más espectacular, el abeto más alto y lo cabalgata más brillante, sino que los aboca a competir con ellos mismos para superar este año el despliegue de luces y fastos que propusieron el año pasado.
La guinda de este  arrebato  lo define en mi opinión el rito de las campanadas, en cuya carrera se involucran hasta perder el oremus todas las cadenas de televisión públicas y privadas. Este año, las de la 1 las cantará Jenny Hermoso, de cuya virtudes futbolísticas no tengo la menor duda, pero cuyo indeseado protagonismo en la ceremonia de clausura del Mundial quiere condenarla a tener que aceptar este tipo de roles cuya idoneidad es, cuando menos, cuestionable. Sin embargo, en el disparate que se ha apoderado de este demencial concurso con las doce uvas, el MVP es para Cristina Pedroche, a la que no le quedan muchas más opciones para luchar contra su yo de las Navidades anteriores que cantar los doce toques subida en un globo ardiendo, con un cocodrilo a bordo  y completamente desnuda. O vete tú a saber. Lo dicho, o encerrarse en casa, o salir a lo que dé este pobre y ajado cuerpo.

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