Opinión

Los príncipes del Oriente

La apabullante constatación de que el poder del petrodólar ha conseguido descerrajar el mercado del fútbol mundial, y la cruda realidad cada día vivida de que es completamente imposible competir con compradores que pagan a los futbolistas salarios inalcanzables para la mayor parte de los clubes de fútbol del continente europeo, pronostica la casi completa aniquilación de la vertiente profesional del fútbol tal y como Europa la había planteado hasta la fecha. Hace unos días, el portero del Sevilla, Yassine Bono, se fue a jugar una final de competición europea contra el Manchester City y en lugar de retornar a la ciudad donde se domicilia su club y de la que había partido, tomó otro avión hacia los Emiratos Árabes para firmar contrato con uno de sus equipos punteros cuyos propietarios se le habían cruzado en el camino. Los jeques no solo llenaron de dinero las arcas sevillanas sino que garantizaron a su nuevo guardameta un salario que es el triple del que el Sevilla le pagaba hasta la fecha y eso que era uno de los  que más cobraba de su platilla. Bono se unirá a la larga lista de jugadores de gran renombre que han sucumbido ante las ofertas de ensueño que brotan  del Oriente. Allí han terminado Neymar, Benzema, Cristiano y otros muchos mitos del balompié continental de los últimos tiempos, jugadores con una cierta edad y sobrados de experiencia a los que en su madurez y antes del retiro se ha cubierto de oro.
Es incluso comprensible que resulten ofrecimientos que no se pueden rechazar porque las condiciones así lo dictan. La competición es de una exigencia relativa, las condiciones económicas no tienen paragón en ninguna otra parte del mundo, las exigencias fiscales probablemente ni existen, el marco de vida supera largamente los cuentos de las Mil y una Noche, y los futbolistas que llegan a estos ámbitos adquieren automáticamente la categoría de príncipes. Neymar ha puesto como condición para fichar por uno de estos equipos, el regalo de una flota compuesta por los coches más caros del mercado y en sus modelos más exclusivos. Se trata, es de suponer, de una propinilla graciosa para que el futbolista se ponga contento.  Un detallito.
Así no es posible, pero a lo mejor a Europa le viene bien obligarse a partir de cero, a adaptarse a unas competiciones humildes y recuperar la modestia y la cordura. Comenzar la temporada 2027 por ejemplo, con los equipos juveniles.

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