Opinión

Presidentes interinos

A Vicente Guilarte –que en realidad no ha ejercido de juez en su vida- le tocó la compleja tarea de asumir la presidencia del Consejo General del Poder Judicial cuando la institución hizo crisis  este verano. Le tocó en septiembre y de forma interina, de modo que solo está ahí para cubrir un hueco y esperar a que la situación política se temple para elegir a un presidente estable por el método que finalmente se decida. Bilbaíno de nacimiento pero vallisoletano de adopción, ha estado ligado a su  ámbito universitario como catedrático de Derecho Civil, y ha desarrollado una notable actividad profesional relacionada con el Registro de la Propiedad y Mercantil, pero de juez, ni pío. Cómo y por qué el Senado lo designó expresamente a él para incorporarse como vocal al Consejo General del Poder Judicial es uno de tantos misterios prendidos en las entretelas del  colectivo jurídico nacional que no ha sido nunca rebelado, aunque es de suponer que alguna conexión habrá establecida con la clase política para que así se haya decidido. De hecho, cuando Rafael Mozo dejó la presidencia del Consejo General del Poder Judicial por jubilación, Guidarte fue el elegido para sustituirlo al mando del órgano de gobierno de la judicatura. Naturalmente, y teniendo en cuenta la dificultad existente para alcanzar un consenso, Rafael Mozo también era interino.
Pero ayer Guidarte se plantó y se convirtió en un presidente del CGPJ con toda la barba  asumiendo, a pesar de su estado de contingencia, el principio de autoridad y el comportamiento responsable que va incluido en su cargo. El lugar era lo de menos, porque Guidarte aprovechó una  entrega de premios propiciada por el Observatorio contra la Violencia de Género para plantear su condición de presidente de un colectivo vituperado e insultado y hacerlo en la cara del nuevo ministro. Las inaceptables palabras pronunciadas por la portavoz de Junts, la diputada Miriam Nogueras, que llamó indecentes a los jueces pronunciando en su parlamento los nombres y apellidos de media docena de ellos, fueron aceptadas sin pestañear por un Gobierno que no ha movido un dedo por defenderlos. “Déjennos en paz” concluyó Guidarte su enérgica exposición en presencia del recién estrenado Félix Bolaños. Los jueces ya no aguantan más. Ni pueden ni quieren. Y es muy comprensible que así sea. 

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