Opinión

Música maestro

Permítanme que me ponga un punto sentimental porque hay una edad en la que uno puede hacerlo sin que se le suba el pavo al rostro y no se muera de vergüenza. Es Navidad y yo toco la guitarra en un grupo que se llama La Comisaría con casi un cuarto de siglo de existencia. Comparto ese bendito placer de hacer música con otros cuatro tíos que son como mis hermanos  y como tales, en muchas ocasiones me sacan de mis casillas, Discutimos, nos peleamos, nos reconciliamos y nos volvemos a pelear y así día tras día, hasta completar esos veinticinco años de existencia que han dado para mucho y la mayor parte de ello, muy bueno.

Siento que la música es una bendición, aunque la que nosotros hacemos no sea otra cosa que una aproximación bienintencionada y elemental de la verdadera música que hacen músicos auténticos con tanto talento y tan asombrosa espontánea perfección que se han convertido en un referente cultural, social e histórico de dimensiones universales. Pero no es materia de esta reflexión el hecho de interpretar modestamente a unos genios como los Beatles y hacerlo lo mejor posible, sino el hecho de sopesar las posibilidades que se avecinan en el placentero ejercicio de hacer música. Muchas veces me he preguntado si el hecho de poseer una cierta habilidad no debe implicar también la obligación de utilizar esa habilidad -por muy discreta que esta sea y de hecho lo es en mi caso sin duda- para tratar de hacer felices a los demás. Creo que es cierto, que esa obligación  existe así que es Navidad, hay mucha gente que lo pasa mal, que vive en precario, que está sola, que tiene necesidades… Por eso, usar esta música para promover acciones solidarias, acompañar y contribuir a paliar necesidades es el más hermoso empleo que se le puede otorgar a un arte como este de casar sonidos que  en mi opinión está bendito. Y a esta edad que yo tengo en la que las vanidades se han evaporado y las ambiciones son muy otras, ayudar con lo que uno sabe es la mejor recompensa.

Nos gusta tocar para estas cosas: nos gusta emocionarnos con las historias pequeñas, nos gustan los actos generosos, nos gustan las causas solidarias, los principios justos y los amores sinceros. Allí nos tendrán siempre porque esa debe ser nuestra principal meta. La que más reconforta, la que te hace útil, la que te dignifica y te vuelve bueno. Aunque sea de tiempo en tiempo.

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