Siempre he mostrado mis reservas cuando se trata de obtener información del currículo puesto a disposición de la sufrida clase periodística por la Administración sobre un personaje recién graduado en la alta política. En la mayor parte de las ocasiones, el testimonio está artificialmente inflado y lo aconsejable es leérselo por el método de la ponderación como enseña la experiencia que es la madre de todas las ciencias.
El del nuevo ministro de Economía, el que se ha facilitado ayer al menos, tiene aspecto de ceñirse relativamente bien a la verdad pero también muestra ciertas explicaciones pomposas, señal de que ha sido ligeramente manipulado. No como aquel de José Blanco que ruborizaba hasta a su propio protagonista, pero si elevado medio punto en excelencia para advertir al contribuyente que el sustituto de Nadia Calviño no es un pobre de pedir. No será vicepresidente, que eso hay que ganárselo en piropos y fidelidades como le pasa a Montero, pero que sí hay materia.
Carlos Cuerpo no es precisamente un principiante y cumple a la perfección el perfil juvenil, atractivo, abierto, europeísta y políglota que Sánchez quiere ofrecer a la masa carnívora, de un recién elegido para una cartera de tanta presencia. Un perfil, eso sí, muy en sintonía consigo mismo porque Cuerpo parece un calco del presidente. Sánchez es, a día de hoy, un sujeto que se tiene por divino, que utiliza el avión presidencial para un vuelo de seis minutos, que ha renovado convenientemente su vestuario actualizándolo en sintonía con su propia autoestima que considera a sí mismo uno de los hombres fuertes de la política continental, que cada vez que asoma la nariz fuera de Moncloa la ciudad se detiene para dar paso a una caravana casi interminable de coches de respeto acompañados de sirenas, todos relucientes, todos de alta gama, todos veloces y todos blindados. Siempre hay a mano unas gafas Rayban cuando solea y las reclama el presidente. Yo también las llevo… Idénticas.
Carlos Cuerpo es, por tanto, un prototipo salido de la factoría del nuevo socialismo, bien plantado y con aspecto exterior que es el modelo en boga. Es extremeño pero parece alemán o noruego y nadie ha osado preguntarle qué le parece lo de Pamplona. Habrá de ponerse al día en materia de respuestas, pero madera tiene.
El del nuevo ministro de Economía, el que se ha facilitado ayer al menos, tiene aspecto de ceñirse relativamente bien a la verdad pero también muestra ciertas explicaciones pomposas, señal de que ha sido ligeramente manipulado. No como aquel de José Blanco que ruborizaba hasta a su propio protagonista, pero si elevado medio punto en excelencia para advertir al contribuyente que el sustituto de Nadia Calviño no es un pobre de pedir. No será vicepresidente, que eso hay que ganárselo en piropos y fidelidades como le pasa a Montero, pero que sí hay materia.
Carlos Cuerpo no es precisamente un principiante y cumple a la perfección el perfil juvenil, atractivo, abierto, europeísta y políglota que Sánchez quiere ofrecer a la masa carnívora, de un recién elegido para una cartera de tanta presencia. Un perfil, eso sí, muy en sintonía consigo mismo porque Cuerpo parece un calco del presidente. Sánchez es, a día de hoy, un sujeto que se tiene por divino, que utiliza el avión presidencial para un vuelo de seis minutos, que ha renovado convenientemente su vestuario actualizándolo en sintonía con su propia autoestima que considera a sí mismo uno de los hombres fuertes de la política continental, que cada vez que asoma la nariz fuera de Moncloa la ciudad se detiene para dar paso a una caravana casi interminable de coches de respeto acompañados de sirenas, todos relucientes, todos de alta gama, todos veloces y todos blindados. Siempre hay a mano unas gafas Rayban cuando solea y las reclama el presidente. Yo también las llevo… Idénticas.
Carlos Cuerpo es, por tanto, un prototipo salido de la factoría del nuevo socialismo, bien plantado y con aspecto exterior que es el modelo en boga. Es extremeño pero parece alemán o noruego y nadie ha osado preguntarle qué le parece lo de Pamplona. Habrá de ponerse al día en materia de respuestas, pero madera tiene.