Opinión

Las cosas de comer

Como país, los Estados Unidos suscita en sus decisiones más intensas no pocos rechazos en áreas ideológicas y políticas que observan este tipo de comportamientos como el nefasto resultado de su habitual estilo intervencionista y su peculiar concepción de sí mismo en el auto adjudicado rol de salvador del mundo. Es incluso altamente comprensible que sus famosas actuaciones, con la CIA como jardinero preparador del terreno para lo que venga después, nos sienten a la mayor parte de los europeos como una patada en el cielo de la boca y mucho más a los latinoamericanos, a los que ese tipo de proyectos les suelen estallar, para su desgracia, en su propio territorio.

Sin embargo, algo hay en el protocolo que rige a los Estados Unidos que produce admiración en el mundo y que se cumple a rajatabla y ampara y responsabiliza a todos sus ciudadanos por igual. Es el concepto de respeto institucional y ese mensaje subliminal permanente que, en lenguaje coloquial dice que con las cosas de comer no se juega y que existe una línea de mínimos que nadie, absolutamente nadie, puede quebrantar. Y el que la hace la paga.  Zapatero resolvió permanecer sentado al paso de la bandera como aperitivo de su toma de posesión. La majadería  a la que se sumó forzado Pepe Bono, no ha sido aún completamente resuelta.

El súbdito estadounidense Enrique Tarrio, un activista ultraderechista radical nacido en Miami, de cuarenta años y origen cubano, líder de una fracción ideológica conocida y temida como los Proud Boys, acaba de ser condenado a veintidós años de cárcel como responsable del asalto a las instalaciones del Congreso. No se le condena por sus atroces manifestaciones y sus ideas descerebradas que producen asombro y nausea, sino por guiar a sus acólitos para invadir  el sagrado templo donde se expresa el pueblo y donde se legisla por el pueblo y para el pueblo. El concepto es importante. En la sentencia, adoptada por una Corte federal del distrito de Columbia al que pertenece la capital del país, se expresa explícitamente que Tarrio es el líder último de la conspiración que acabó en el asalto al Congreso de los Estados Unidos el 6 de enero de 2017. Tarrio recibe la condena más alta de todas las sentencias administradas contra los seguidores de Tump tras aquella locura. Falta por saber si el propio Trump cerrará el círculo. Yo apuesto a que sí. Ojalá así sea.

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