Opinión

La venta de pescado

os días se van sucediendo y la cabalgata electoral va aplacando sus ansias de combate. No sé si es un pálpito o si es una realidad, pero me da la impresión de que aminora la guerra de trincheras y cada cual va a lo suyo con la ilusión hecha de que la mayor parte del pescado ha sido vendido ya y el votante sabe dónde va a colocar su papeleta aunque las encuestas sigan fluctuando y dando la impresión al público de que todavía hay bolsas de indecisión que van a tomar partido en el último minuto. Yo no lo creo así.

Según mi propia visión de la jugada, las cartas ya han sido repartidas y si bien hay demarcaciones cuyo resultado está meridianamente claro y no tiene aspecto de moverse mucho respecto a la consulta anterior –Vigo por ejemplo es una de esas plazas, la comunidad de Madrid es otro de esos focos de estabilidad decidida y resultado ya fijado- los puntos culminantes de la consulta también están resueltos aunque los encuestadores expriman al máximo las posibilidades que otorga la demoscopia para procurar alargar al máximo la incertidumbre. Los votantes están casi todos convencidos de lo que van a votar.

En esta tela de araña a la que regresa el país cada vez que hay consulta electoral llama poderosamente la atención el comportamiento de algunas de las referencias más sobresalientes del panorama político y muy en concreto, muchos de aquellos que están relacionados con mayor o menor intensidad con la Moncloa. Por ejemplo, los presidentes de comunidades de filiación socialista y enorme predicamento en el panorama, pongamos que hablo de los barones y pongamos que hablo concretamente de Lambán o Emiliano García Page. Ninguno quiere saber nada de Pedro Sánchez y cada vez que reciben alguna visita procedente de los dominios del `poder central procuran hacerse los locos y salir corriendo. Es natural. Ambos abominan de la política de Sánchez y el segundo de ellos no se recata de confesar que el pacto con Podemos es una pesadilla. A él le van otras cosas y las necesidades contra natura que tenga el presidente para conservarse a sí mismo le tienen sin cuidado. El otro caso de personalidad pública que merece analizarse es Félix Bolaños a quien, tras el ridículo del 2 de Mayo, parece habérselo tragado la tierra. Bolaños no ha vuelto a abrir la boca.

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