Opinión

Ideas y cambios

Winston Churchill encabeza habitualmente la lista de los cien británicos más populares que periódicamente publica la BBC y confecciona  en virtud de los votos remitidos a la corporación pública desde todos los territorios del vasto imperio. El escritor, político, e incluso premio Nobel de Literatura de 1953, supera al arquitecto Isambard Kingdon, a la princesa Diana de Gales, al naturalista Charles Darwin, a William Shakespeare, a Isaac Newton, la reina Isabel I, John Lennon, el vicealmirante Nelson y Oliver Crownwell, el único británico que gobernó una república.

En 1924, Churchill decidió cambiar de ideario político y abandonó la causa liberal para abrazar la conservadora, militancia que acabó haciéndolo primer ministro en 1940, –un dramático periodo que correspondió a la guerra y a cuyo término fue sorprendentemente derrotado por el  laborista Clement Atlee- para retornar a su puesto en1951 hasta 1955. Algunos años más tarde, un periodista le preguntó cómo era posible que hubiera variado tan bruscamente de ideología  para pasar de liberal a tory. La respuesta de Churchill forma ya parte de la tradición y entraña un hondo análisis del comportamiento político y de la interpretación en las altas esferas de la actividad parlamentaria. “Yo no he cambiado de ideas. Quien sí ha cambiado ha sido mi partido”, respondió el veterano estadista al que se tiende a considerar como el personaje político más importante de la Historia.

Paradójicamente, esta perspicaz y demoledora defensa de su comportamiento, capaz de desarmar por completo al entrevistador que tenía delante, no ha sido esgrimida por casi ninguno de los que posteriormente a él se han encontrado con una situación semejante, El caso es que, en efecto, Churchill permaneció muy fiel a sus principios  e incluso su fidelidad fue probablemente el motivo por el que, tras ganar la guerra recomendando a sus administrados que “apretaran los dientes”, perdió la batalla de las urnas inmediatamente después de celebrar la trascendental victoria. Los políticos españoles de ahora, por ejemplo, no se ven en la obligación de explicar por qué cambian. No les hace falta.

A pesar de llamarse Winston en su honor, Lennon no pensó en él para integrarse en la galería de personajes famosos que pueblan la portada del “Sargent Pepper´s lonely hearts club band”.

Te puede interesar