Opinión

Hacernos la Pascua

Como una de las muchas cosas buenas que tienen lugar en este país, la Pascua Militar es un evento iniciado durante el reinado de Carlos III, cuyo periodo en el trono –fue rey desde 1759a 1788-ofreció avances incuestionable en todos los aspectos que determinan la evolución de la sociedad española en un siglo llamado con todo merecimiento, siglo ilustrado. Gracias a Carlos III contamos con la Lotería Nacional, el Instituto Astronómico, el Museo de Ciencias Naturales, las escuelas de Formación Profesional, el Banco de  España, el plan de carreteras, la Real Fábrica de Tapices, el Hospital de San Carlos, la Fábrica de Porcelanas del Buen Retiro, la bandera nacional y su himno, un abanico casi interminable de obras públicas de todo porte y naturaleza y, naturalmente, las Ordenanzas Militares, una de cuyas cláusulas entre otras muchas capaces de regular y mejorar sustancialmente  el ámbito castrense, disponía la celebración de un solemne acto que acabó llamándose Pascua Militar y que aproximadamente trescientos años después, sigue presidiendo nada más iniciarse el año, el monarca reinante, en este caso Felipe VI, seis generaciones de la casa Borbón posteriores a su fundador le contemplan tras Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII y Juan Carlos I sin contar regencias, y monarcas advenedizos que también los hubo, además de una larga y vergonzosa dictadura.
La Pascua Militar es, como no podía ser menos, una ceremonia a mayor gloria del estamento armado del que el rey es, por mandato constitucional, su jefe máximo. El solemne acto  adquiere cada año un carácter más enigmático en función de las disposiciones que los mandatarios civiles aplican al funcionamiento y régimen interior de las Fuerzas Armadas, y cada año que pasa propone un ámbito de entendimiento más complicado al que un espectador libre de prejuicios se enfrenta literalmente anestesiado por el número cada edición más crecido, de situaciones enfrentadas que no resultan fáciles de desentrañar. Desde ausencias lamentables, a mensajes subliminales, comportamientos culposos, paradójicos ceremoniales y anécdotas variables que no caben en el ámbito de un país normal, natural y razonablemente ordenado. Por eso, se ha convertido en una especie de juego al estilo “Dónde está Wally” al que los españoles jugamos queriendo o sin querer, todos los años A mí no me hace especial ilusión este juego pero como dijo Guerra en su día, el que se distrae no sale en la foto.

Te puede interesar