Opinión

Los encantos del relato

En sus inicios, y como quiera que la pelea por la primicia y la carrera por la inmediatez no eran argumentos decisivos en su práctica, el periodismo trascurría frecuentemente por los caminos de la creación y se practicaba sobre las base del magazine, que se nutría de trabajos de opinión y sobre todo, y en un abanico casi infinito de propuestas, del relato seriado. Sus autores se hacían llamar periodistas porque en sus argumentos se contenía información. Y por tanto, transmitían conocimientos al lector, obtenidos personalmente en sus experiencias viajeras, que aprovechaban sus textos para sembrar conocimientos además de interesarlo por el argumento, extendido sobre temáticas diversas con especial dominio de los de contenidos enigmáticos. Edgar Allan Poe, uno de los más reputados talentos tenidos en cuenta hoy día en la redacción de historias macabras, se definía sí mismo como periodista y la muerte le sorprendió en un viaje misterioso, nunca suficientemente explicado y lleno a su vez de acertijos inexplicables y situaciones por completo contradictorias, tratando de convencer a determinados hombres de economía poderosa del nordeste de su país para que aportaran el dinero que le hacía falta para editar una revista de contenido informativo y literario la cual contaría con él mismo como una de sus firmas más principales. Joseph Sheridan le Fanu, el popular escritor irlandés autor de relatos tan celebrados por los fans -entre los que me cuento- de la literatura gótica victoriana como “Carmilla” o “Tío Silas”, era un prestigioso abogado auditor de varias sociedades de Dublín su ciudad, y sin embargo renunció a todo ello para dedicarse al periodismo. En realidad, se convirtió en un escritor  de literatura de anticipación enormemente celebrado y leído,  publicando sus obras en los periódicos del momento e incluso convirtiéndose a su vez en editor propietario de uno de los magazines de más éxito entre los lectores de entonces.
Muchas veces, y al amparo de mis propias reflexiones sobre el futuro del periodismo, he pensado que este debería volver a la casilla de salida y dedicarse al relato como la posibilidad más equilibrada para tratar de contribuir a su supervivencia. El razonamiento es el mismo que en sus inicios pero al revés, porque la inmediatez ya es por obvia una carrera resuelta, y a los periódicos les falta materia para el disfrute de la lectura sosegada. Si el vídeo mató a la estrella de la radio que cantaban los Buggles, a lo mejor el relato resucita la estrella del diario. Igual es una majadería lo que digo, pero por proponer que no quede.

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