Opinión

El futuro y lo cotidiano

Dicen los expertos que la pandemia del coronavirus va a conseguir lo que hasta el momento no había conseguido nadie. Frenar el proceso de destrucción del ecosistema como consecuencia de la paralización casi total de la vida cotidiana en la mayor parte de los países del planeta. Las sociedades avanzadas, cuya actividad frenética producía millones de toneladas al día de productos tóxicos capaces de degradar el medio ambiente, modificar el equilibrio climático y convertir en un colador la capa de ozono, han reducido al mínimo sus movimientos, han eliminado por completo las aglomeraciones y ha cortado por lo sano el empleo de carburantes. El resultado, según los expertos, es una merma sorprendente en la producción de sustancias contaminantes. Es por tanto verdad que  la pandemia va a modificar por completo el comportamiento humano y nos vamos a habituar a sociedades distintas en sus planteamientos a todo lo que estábamos hasta ahora habituados.

Desgraciadamente, este tipo de cambios probablemente positivos, que marcarán el devenir de los tiempos futuros son en estos momentos materia casi anecdótica ante el terrible panorama doméstico en el que esta plaga de pesadilla nos ha colocado. Los acontecimientos históricos de primera magnitud solo pueden ser estudiados con serenidad y libertad de prejuicios cuando existe perspectiva y esa perspectiva solo la ofrece el paso de los años. A los que estamos aquí, echándonos a la espalda el día a día y conviviendo con el enclaustramiento, la angustia y el dolor de pérdidas muy cercanas, no nos queda otro remedio que pasar el día y hacernos el firme propósito de llegar al siguiente, con ánimo y esperanza que es lo que nunca puede ni debe perderse.

Y mientras nos dirigimos a un futuro incierto y pinchamos largometrajes y series televisivas en las que se nos presentan en la ficción escenas de devastadoras pandemias que creíamos eran fruto de la fantasía de los guionistas y ahora comenzamos a entender que de ciencia ficción nada y que la vida misma es con frecuencia mucho peor que los argumentos más intrincados, adoptamos rutinas para manteneros activos y tratamos de movernos y hacer ejercicio en el reducido ámbito de nuestra casa. Y a las 8, a la ventana.

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