Opinión

El capital exterior

Dice el viejo adagio que hay dos maneras de aceptar el regalo de un limón. Los menos animosos lo reciben con mala cara y tuercen el gesto porque chupar un limón no es un ejercicio mayormente  agradable. Pero los hay optimistas también, y estos lo parten y se hacen una limonada. Ante la crisis del coronavirus, en fácil sepultarse en un ámbito desagradable y sombrío, porque estamos sin duda confinados en nuestros domicilios tratando de sobrevivir a un ataque bacteriológico y esta situación es inquietante y no tiene, por el momento, fecha de caducidad. Pero vista a través de ese vaso de limonada, la situación puede servir de enseñanza para tiempos futuros.  Estoy convencido de que todos vamos a acabar utilizando con mayor aprovechamiento las múltiples herramientas que ponen a nuestro servicio las nuevas tecnologías, y estoy completamente convencido de que cuando salgamos de este pozo el tele-trabajo se va a imponer como modalidad de servicio más extendida. Este sistema contribuirá a una radical mejora en el equipamiento técnico no solo de las empresas sino de los particulares. Muchos de nosotros estamos ya tan vinculados a nuestras plataformas informáticas que nos valemos de ellas para llevar a cabo la mayor parte de las actividades que nos demanda nuestra vida doméstica. Yo, por ejemplo, que estoy en edad de riesgo y me he encerrado en mi caso a cal y canto para respetar escrupulosamente las directrices de las autoridades competentes, mantengo contacto de audio y vídeo con toda la familia por medio de estas deslumbrantes herramientas que nos ofrece la informática del siglo XXI. Cuando esta pesadilla pase y volvamos a nuestra vida normal, las costumbres no van a ser las mismas ni serán iguales los métodos para mostrar nuestros afectos, los sistemas para desempeñar nuestras tareas profesionales, los planteamientos de ocio, o el modo de relacionarnos con nuestros semejantes.

Hoy somos una población enclaustrada que cada día a las 8 de la tarde, abre las ventanas para aplaudir a todos los que hacen posible la mejor asistencia sanitaria del mundo. Ellas y ellos son nuestros héroes, y no creo que exista un aplauso más espontaneo, cariñoso y merecido que el que les tributamos todos los anocheceres. Y, luego, a cerrar las ventanas y de vuelta al refugio. Mañana nunca sabes, Ringo dixit…

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