Opinión

El campo de juego

No hay acontecimiento en el que no se perciba el absoluto desacuerdo que cualquiera  de los que pueblan la actualidad cotidiana genera entre las dos partes que se reparten el Gobierno incluso en funciones. En este caso, ha sido el ataque por sorpresa de comandos de Hammas a un festival de ocio y diversión al que asistían jóvenes de distintas nacionalidades –hay dos españoles desaparecidos tras el suceso- próximo a la franja de Gaza, que se ha saldado con centenares de muertos. La fragilidad de un equipo que no tiene el menor deseo de asumir su condición de transitorio hasta que no se resuelva el nombramiento del nuevo Ejecutivo que sale de las urnas, no ha tenido inconveniente alguno en comenzar la tramitación de indulto para los altos cargos del Gobierno de Andalucía condenados por malversar cerca de quinientos millones de euros, y sin embargo no ha sido capaz de ofrecer una imagen de unidad para expresarse oficialmente tras un episodio de una gravedad semejante. En el primer caso, un Gobierno en funciones no puede tramitar un indulto como está haciendo, y en el segundo caso, sí está obligado a expresar sin fisuras la posición de quienes gobiernan ante unos sucesos de esta magnitud en una zona de inestabilidad permanente y amenaza perpetua.

El panorama general con la vista puesta en las próximas semanas del campo de juego donde se va a dirimir el futuro del país ofrece tal condensación de incógnitas y tantas razones para el desasosiego, que no produce extrañeza que el administrado se pregunte si estaremos avanzando por el camino correcto. No el que quieren los que no tienen el mayor reparo en abocar a su propia ruina a un Tribunal Constitucional –que en mi opinión ya está de sobra- pero que por si acaso ya está controlado por un sujeto emparentado sin rubor alguno con los intereses del Gobierno, sino como digo, el correcto. Todos los caminos planteados a estas alturas por los aspirantes a conquistar la Moncloa pasan por el Tribunal Constitucional incluyendo el independentismo catalán que no pestañea cuando le demuestran en la calle que también Cataluña está longitudinalmente dividida en a favor y en contra, y que esa dicotomía va a conducir a un conflicto hoy larvado pero presto a aflorar. Los del no ya han movido ficha.

No es un país para soñar el que estamos haciendo. Lo natural sería votar de nuevo, pero va a ser que no. O al menos, no por el momento.

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