Opinión

Buenas vibraciones

Muchos sucesos gloriosos tienen su raíz en una impostura. Es sorprendente que en una agrupación universal como los “Beach Boys”, el inicio de una aventura musical tan espléndida parta de una cándida falsedad. Salvo Dennis Wilson, su batería, el resto de los miembros del grupo no solo no se montaron en una tabla de surf en toda su vida sino que a muchos de ellos la playa les producía urticaria y Brian por ejemplo, ni siquiera sabe nadar. De eso hace sesenta y dos años y por fortuna, no hizo ninguna falta que los chicos supieran navegar sobre las olas para producir un catálogo de canciones excelso que convirtió a la banda en patrimonio de la humanidad y glorioso motivo de celebración incluido en todas  y cada una de sus virtuosas canciones.
La patraña que otorgó nombre a estos gigantes del rock and roll es uno de los pocos ejemplos existentes de   impostura positiva porque, en la inmensa mayoría de los casos, lo único que trae el uso de argumentos engañosos es la maldad y la ruina. Es el camino adoptado por los defensores de administrar una injustificable amnistía a cierta clase de delincuentes afiliados al independentismo catalán, que han sido catequizados para responder a las críticas de quienes no compartimos semejante argumento con un ideario previamente administrado por la superioridad en el que se predica la necesidad de concederlo en aras de una más confortable y amigable convivencia. Es un discurso tan falaz como ridículo, y esconde la teoría resumida en  el escalofriante lema de “el fin justifica los hechos”. Aplicaremos por tanto una solución antidemocrática, desequilibrante y absurda en aras de la consecución de un mayor entendimiento con la rebeldía catalana que, sin embargo,  a lo que realmente aspira es a ir alcanzado cada vez situaciones más favorables y capaces de finalizar con una operación secesionista mediante la aplicación de un referéndum ilegal que conceda así la independencia.
No hay verdades que puedan disculpar la concesión de amnistía sino pura y dura mentira. Todo ello amparado bajo el manto de un acuerdo unilateralmente alcanzado cuyos contenidos reales se ocultan al sufrido pueblo y se mantienen en el más absoluto y culpable secreto. Un auténtico caos.
Buenas vibraciones, lo que se dice buenas vibraciones no parecen desprenderse de todo ello.

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