Opinión

La banda de los siete

La noticia sobresaliente de estas últimas semanas en el ámbito electoral la han producido aquellos concejales pertenecientes a EH Bildu que, condenados por delitos de sangre, han comunicado mediante una nota escrita que no retirarán sus actas de concejales en el caso de que alguno de los que está en esta situación resultara elegidos en las urnas. Los demás, los treinta y siete restantes que también fueron condenados por pertenencia a banda armada, no han manifestado nada al respecto y se supone que aceptarán desempeñar el cargo en el caso en que las urnas los legitimen. Estamos en un país tan peculiar que hemos logrado permitir e incluso fomentar que determinados personajes acaben siendo concejales y manejando los dineros de aquellos pueblos en los que cometieron sus fechorías y sus correspondientes habitantes que en su día ayudaron a matar. Ya lo decía el canciller Von Bismarck: “España es el más resistente de los países del mundo. Lleva siglos tratando de destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido”.

El escenario que propone y describe este disparate está directamente imbricado en la paradoja por excelencia. Un partido ejemplar en su compromiso democrático, de siglo y medio de existencia y reconocido prestigio institucional, abandona los preceptos que han construido su historia para compartir su suerte con los herederos de una banda armada especializada en la extorsión, el chantaje, la amenaza, el robo y el asesinato. ¿Es esto posible? Lo es. El comportamiento del nuevo PSOE es incalificable de por sí y pulverizada todas las barreras éticas y morales previsibles, pero con independencia de estos obstáculos éticos que debería haber bastado para no reproducir unos pactos antinaturales, la realidad que semejante situación proporciona cada día es exactamente la caótica situación que se está dando y ante la que los actuales dirigentes del veterano partido socialista no pueden aportar una coherente posibilidad de respuesta.

Por eso llevamos escuchando durante los días trascurridos de campaña, una incongruente catarata de incoherencias y vaguedades, criterios descoloridos, explicaciones inconexas, silencios culpables, huidas… Hemos visto a ministras y portavoces poniéndose de perfil ante la imposibilidad de contar nada razonable, hemos visto interpretaciones carentes de sentido. Y hemos asistido a ausencias inexplicables. Y así seguimos, claro. Porque esto de Bildu no se ha acabado.

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