Opinión

Antes y después

En este estado de gratitud en el que me instalo cada mañana para agradecer de todo corazón la labor que están llevando a cabo aquellos que se sacrifican por mí, que están arriesgando sus vidas por mí y que ni un solo día han faltado a la cita con sus obligaciones superando con mucho lo exigido, me gustaría reflexionar sobre aquellos episodios que se manifestaban antes del estallido de la pandemia y que espero no vuelvan a repetirse a partir del día en que abramos los portales para tratar de retomar, en la medida de lo posible, nuestra vida cotidiana. Antes de esta plaga, el independentismo catalán y vasco hizo ejercicio permanente de menosprecio y oposición a aquellas instituciones del Estado que hoy se dejan la vida en sus calles y plazas para atender a quienes en estos días los necesitan. Antes del coronavirus, en un pueblo del norte de Navarra, dos guardias civiles y sus parejas estuvieron a punto de ser linchados por una multitud enloquecida a la salida de un bar. Antes del coronavirus, la alcaldesa de Barcelona expulsó sin contemplaciones a un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas que pretendían contar con un espacio cedido por el gobierno municipal para dar a conocer las particularidades de su servicio. Antes del coronavirus, la Generalitat se opuso a la celebración del día de las Fuerzas Armadas en Barcelona  por entender que tal manifestación agredía el espíritu de paz y concordia  que distingue al pueblo catalán. Antes del coronavirus, las fuerzas políticas vascas estuvieron a punto de convencer al Gobierno para que retirará de Euskadi lo poco que queda de la presencia de la Guardia Civil en el mencionado territorio, Eso fue, naturalmente, antes de que estallara la pandemia y el mundo se hiciera desgraciadamente distinto a como lo habíamos concebido hasta ahora.

La plantilla de la Guardia Civil, según he podido averiguar, supera el número de 80.000 efectivos, extendido por todo el territorio nacional. Todos los disponibles están prestando diariamente servicio  y efectuando todas las tareas que se les requiere. Así ha sido toda la vida pero en estas horas de inquietud y zozobra, su presencia es más distinguida porque su contribución en momentos excepcionales resulta absolutamente crucial. Así ocurre con el Ejército y con el Cuerpo Nacional de Policía. Y, por supuesto, con las diferentes policías autonómicas y municipales. ¿Seguirá asomando la hostilidad después de esto? 

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