Opinión

Junta Propietarios

Pues, dilecta leyente, a lo largo de mi azarosa vida he pasado por situaciones enojosas de diversa intensidad y variada forma, pero ninguna más alienante que la de asistir a una Junta de Propietarios, en donde te sueles tropezar, al menos, con ocho tipologías de vecinos: El Pasota (le da todo igual, va a pasar el rato, vota sin reflexión y es, por ello, influenciable), el Puntilloso (siempre con la ley de Propiedad Horizontal en la mano), el “Tirapalante” (va a lo suyo, obviando toda norma), el Pedante (cree que lo sabe todo y se equivoca constantemente) el Belicoso (pone toda la pasión en sus intervenciones pudiendo llegar a ser violento), el Querulante, (que lo impugna todo), el Agonías (cree que sólo su piso tiene todos los problemas del mundo y se pasa el tiempo quejándose) y, por último, el temible Escorpión.
Las intervenciones suelen ser de antología, como la de aquel que proponía la supresión del ascensor porque aducía que él no lo utilizaba, dedicándose a hacer una encendida defensa de los beneficios para la salud de subir andando las escaleras. Algunos creen que por discrepar de algún acuerdo pueden suspender el pago de la cuota comunitaria o que pueden modificarla con la simple presentación de un estudio de un gestor inmobiliario, amigo. 
El infractor de todas las normas de convivencia suele ser el más intransigente con el resto, así el del chucho meón y ladrador se queja del volumen de la música de los niños, el trasnochador juerguista se queja de que el vecino madrugador hace ruido al ducharse, etc.; y las sesiones se alargan en estériles discusiones, introduciendo asuntos no previstos en el orden del día que dificultan llegar a acuerdos, y los que se logran, “in extremis”, no se cumplen. Y uno siente la necesidad de gritar: “Aquí no hay quien viva”.
La tipología del “Escorpión” lo podemos personalizar en una follonera profesional, con peinado años 20, de lengua viperina y gargajo corrosivo que suele utilizar como arma arrojadiza la difamación. A veces se le une su hija (aunque no tenga derecho a intervención, por no ser propietaria), otra ignorante atrevida, con la misma mala baba que su  poligonera progenitora, y entre las dos se lanzan como velutinas a aguijonear al incauto de turno que osa llevarles la contraria, tratando de impedir que se llegue a acuerdos, y ocurre la del escorpión.
Aprovechan estas reuniones para llenar unas vidas vacías en donde poder dar rienda suelta a su aburrida existencia, y, cuando concurre que la junta de gobierno no controla la pendencia, se produce el caos, en donde se regodean las camorristas, y tal desafuero no lo consigue evitar ni el vecino anfitrión con su carrito de refrescos.

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