Opinión

Más vigueses, menos vigueses

El censo local creció en el último año de forma espectacular, un 5 por ciento, y Vigo se acercó de nuevo a los 300.000 habitantes, aunque en definitiva será el INE será el que fije en unos días la población oficial. La razón estriba en que en los dos últimos años ha habido una llegada masiva de extranjeros, en concreto latinoamericanos y sobre todo venezolanos huyendo de la destrucción de su país por el régimen bolivariano. Por razones culturales y familiares, muchos han decidido asentarse en Galicia, y Vigo es lógicamente la primera o segunda opción, con A Coruña, que también ha recibido un desembarco similar. El pasado año, fueron 2.000 las personas, en el saldo entre entradas y salidas, que se domiciliaron en Vigo llegadas desde fuera de España. Pero hay que anotar que en 2019 el saldo vegetativo vigués fue de nuevo negativo, con 500 bajas, compensadas con las 2.000 altas de migración. Los viejos vigueses cada vez son menos, pero la aportación de sangre joven compensa de sobra y el resultado final es positivo. Claro que los recién llegados buscan ayudas y trabajo, y si no lo logran aquí se irán a otro lugar donde sea posible. Ya ocurrió: entre 2012 y 2018 la población extranjera se redujo en 3.000 personas, una caída del 20 por ciento del total de los inmigrantes residentes. 
Puede volver a pasar, lo que afectaría de nuevo a las cifras de población, que después de todo señalan la salud de un país, una comunidad y una ciudad como Vigo, que ha hecho de ser la primera urbe gallega su principal seña de identidad. Los recién llegados pueden estar sólo de paso hacia otros destinos, y eso en definitiva dependerá de cómo funcione el motor industrial gallego.

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