Opinión

Increíble publicación

En el año 1976, la editora Nova Terra de Barcelona publicaba un libro titulado "La inmigració, problema i esperança de Catalunya". En las páginas 65, 67 y 68 se pueden leer afirmaciones como estas: "El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (...) es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir su falta de mentalidad." Las afirmaciones son humillación e incalificable ofensa para con el pueblo andaluz que, por otra parte, ha contribuido en buen número al progreso catalán. Pasa de lo políticamente incorrecto a lo groseramente ofensivo. Hoy, fiesta de San Cayetano, entrañable para mi, y para Argentina, que reparta "pan y trabajo" que falta hace.
Acaso lo más grande que posee España es la pluralidad de sus regiones, hoy llamadas autonomías e incluso naciones. Cuando alguno de los componentes de este país desapareciese ya nunca sería lo mismo. Estilos y elementos complementarios que van desde la cultura, la literatura, el arte y la gastronomía, hasta las lenguas de cada zona que enriquecen el todo.
Por eso producen perplejidad e indican cerrazón de mente, falta de visión de Estado y sobre todo la necesaria comprensión y mutua aceptación. Porque acaso a cierta clase politica, sobre todo la que se mueve en la burguesía, lo que le interesa es la utilización de mano de obra barata, el esfuerzo de quienes tienen que emigrar para poder comer y después en una villanía inhumana se les insulta y vitupera clamorosamente. Se les insulta si lo hacen mal y se les silencia si bien lo hacen. Esa es la historia.
Una historia por la que ya clamaba desde Galicia nuestra Rosalía de Castro: "Castellanos de Castilla (para diferenciarlos de los del Arcedianato de Castela en Maside) tratáde ben os galegos..." Los nuestros iban a la Meseta a la siega, y los andaluces a Cataluña, ambos a lo mismo para ganar un mendrugo de pan en medio de la amargura del desprecio como el del texto que comentamos.
En toda esta cuestión del embrollo catalán me quedo con dos ideas. La primera es mirar hacia la Democracia Cristiana italiana, que ya vemos a donde llegó. Y la segunda la actitud de la Justicia española que está demostrando en general que para ella todo el mundo es igual y de ahí que vemos tras las rejas a nobles y villanos, ricos y pobres, famosos y anónimos individuos, todos amigos de lo ajeno. Muchas son las lecciones de ejemplaridad que sigue teniendo entre manos la Justicia.
La soberbia y prepotencia se pagan; nepotismo, enchufismo y desmadres nunca deben quedar impunes. Es posible que desaparezcan muchas instituciones políticas del momento, muchas organizaciones de todo tipo que hoy existen para que lo fundamental siga adelante. Y lo fundamental sigue siendo la democracia que a todos iguala y a todos juzga, o debe juzgar, por el mismo rasero. Lo contrario sería una marcha atrás a dictaduras por todos rechazables. Con todo, bien sería de desear que estos tiempos de zozobra, acritud y sobresaltos acabasen de una vez por todas.
Perdonen, me olvidaba decir de quién es el texto del comienzo. Para su conocimiento, pertenece a un libro cuyo autor es Jordi Pujol.

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