Opinión

Las palomas

Cuando me llegó la hora de jubilarme, después de todo tipo de actividad que había llevado a lo largo de mi vida internacional, desde un joven ingeniero de telecomunicaciones a la dedicación a la escritura, del cargo como alto ejecutivo de tres multinacionales a la representación a su Majestad la Reina de Gran Bretaña como cónsul honorario, mi último deseo era de cuidar de mi mujer de toda una vida, pasear diariamente por esta ‘Cidade Fermosa’, la mejor del mundo, sentarme en un banco a observar a las palomas como picoteaban las migas del pan que les iba dando en algún parque lleno de árboles que aún quedaba que no había sido atacado por las motosierras de los jardineros municipales. Pero no es así. 
Existen dos entidades que no reconocen la edad, aunque uno cumpla 150 años que son el banco y Hacienda - IRPF - especialmente si uno es un paganini como yo. Aunque es indispensable usar el Internet en ambos casos hay que estar al día con los cambios y adelantos informáticos. Pasemos a otro requisito y es la sanidad, especialmente el seguimiento rutinario de la medicina. Cada 3 meses hay que pedir hora para una consulta por teléfono o presentarse personalmente en el Centro de Salud para renovar la dosis de los medicamentos habituales. Le siguen los impuestos municipales, IBI, lixo, y si uno tiene coche, la de circulación. Al mencionar que aun poseo un coche, necesito renovar el carné de conducir. Esto significa asistir al psicotécnico para hacer una prueba de aptitud. Por mi edad, es anual. Seguido es llevar el cacharro, que ya tiene sus años al taller para una revisión completa antes de conducir a Peinador para la inspección, una vez más, anual del ITV. Dirá dilecto leyente/a que dispense del automóvil o que me compre uno nuevo. Desgraciadamente, mi familia cerca vive fuera de la ciudad y no me atrevo a comprar uno nuevo por dos razones obvias. Mi edad, lógico y el otro es con solo ver el tablero de los nuevos modelos tendría que asistir a un curso de astronauta para entender lo que indica para atreverme a conducirlo. Tengo entendido que algunos coches andan solos. ¡Ah! Me olvidaba. 
Mi mujer y yo usamos frecuentemente al transporte público, aunque a veces es difícil saber adónde va el autobús. Como cada semana, por culpa de las humanizaciones o los tropecientos eventos callejeros durante el año nunca sabemos dónde cogerlos ni donde nos puede dejar. Personalmente soy adicto a los taxis, aunque aquí también es una lotería ya que existen alternativas en el recorrido del viaje debido - sí, una vez más - a las actividades en la ciudad. Como todos los días, cuando hace buen tiempo, mi mujer y yo nos damos un paseo de por lo menos una hora, generalmente por la zona del marítimo y es lógico que vemos muchas parejas de nuestra edad que hacen lo mismo. Pero no todos disfrutan de buena salud y tienen dificultades de movilidad. Según el censo, el 20% son mayores de 65 años, supongo que jubilados como yo. Reconozco que mi situación económica, gracias a varios planes de pensiones me tildan dentro del sector de la clase media. Pero esto no quiere decir que el resto de los pensionistas no tienen que ‘hacer sus deberes’, ejemplo el control de los fármacos que al fin y al cabo nos toca a todos. Por eso a veces sueño poder olvidarme de toda la puñetera burocracia y soñar, como he mencionado, sentado en un banco alimentando mis palomas hambrientas.

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