Opinión

Recuerdos curiosos y episodios divertidos del periodismo de antaño

Los escribidores como yo necesitamos de vez en cuando descansar del tránsito cotidiano de la política y sus excrecencias y dedicar tiempo y pluma a evocaciones, recuerdos, sucedidos y relatos con cierto alejamiento de la realidad cercana, sobre todo con humor. Los que pululamos por las redacciones de antaño poseemos un baúl de recuerdos que de vez en cuando reconforta porque pertenecen a ese tiempo lejano en el que, como dice García Márquez, recordando su propia juventud, “éramos felices e indocumentados”.
Un divertido baile de pies de foto. Antiguamente, en las redacciones de los periódicos era frecuente que se produjeran divertidos cambios de pies de foto, ya que los textos iban por un lado y las fotos por otro, de suerte que el montador tenía que tener cuidado de no equivocarse. Este episodio ocurrió un periódico en el que yo era redactor al inicio de los años setenta, en el que salía una foto de los tres próceres, todas personas conocidísimas y de elevado nivel intelectual que iban a participar en el concurso de Televisión Española “Los hombres saben, los pueblos marchan”, pero, se había celebrado al tiempo la Fiesta de San Antonio Abad, en la que se bendice a los animales. Al cambiarse los pies de foto, el resultado fue insólitamente divertido.
Debajo de la foto en la que aparecían varios caballos, burros, cabras y perros, se decía que los dichos eran don Antonio de la Fuente, don Anselmo López Morais y don Abelardo Santorum, los tres ourensanos que participarían en “Los hombres saben, los pueblos marchan”, famoso concurso de aquellos tiempos en que solamente había una televisión. Y debajo de la foto donde se mostraban a los representantes de Ourense en el citado concurso se daba cuenta de la celebración de San Antonio Abad, el párroco de la Inmaculada de Montealegre, había bendecido en la explanada de la Torre a los animales allí concentrados y que aparecen en la foto.
En otro tiempo, era muy habitual en algunos periódicos que cuando, en función del personaje, se contrataba una esquela de las grandes, que en atención a ello, se escribiera una necrológica con los tópicos de siempre, de modo que se enjaretaban los habituales adjetivos al uso: probo para los funcionarios; honrado para el comerciante; virtuosa la dama; piadoso el sacerdote; bizarro el militar; atildado el solterón…Y así hasta el infinito. Por lo general, se encargaba la redacción de estos textos al más novato de la redacción, quien para inspirarse consultaba (cuando no copiaba literalmente) una necrológica anterior de suerte parecida. En los viejos periódicos estas necrológicas son verdaderas joyas.
Y ocurrió que falleciera en Vigo una conocida “madame”; es decir regidora de una reputada (y nunca mejor dicho) y muy concurrida casa de citas conocidísima. El novel periodista no tenía la menor idea de quien era la señora cuya crónica mortuoria debería redactar, pero se puso manos a la obra, sin saber que estaba produciendo un texto de antología. Venía a decir: “Ayer falleció cristianamente la dama doña fulana de tal, virtuosa señora muy conocida y querida en todos los ambientes sociales de la ciudad. Las puertas de su casa estaban siempre abiertas y sus estancias eran amable recibidor de todas sus amistades que con frecuencia la visitaban. Deja la ilustre señora un vacío difícil de reponer y es seguro que se la echará mucho de menos por el importante papel que desempeñó en la vida social de la ciudad. Hasta nosotros ha llegado el sentimiento de pesar de todos quienes la trataron, tanto caballeros como otras damas que frecuentaban su domicilio y que forma parte imborrable de esta urbe. Entre sus amistades se encuentran varios piadosos sacerdotes que rezarán por ella”.
Aquel día el periódico se vendió como nunca se vendiera y fueron no pocos los sobresaltados que corrieron a los quioscos, alertados por la noticia, por si aparecía algún indicio que pudiera despertar la sospecha de que ellos si conocían a la virtuosa dama.

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