Opinión

¿Por qué Marlaska actúa como lo hace?

Existe una generalizada coincidencia entre muchas de las personas que han tratado y conocido al juez Fernando Grande-Marlaska, no ya por la evolución de este magistrado, sino, desde el principio, que aceptara un ministerio tan conflictivo como el de Interior. Nadie entiende que, como parece, se haya sentido cómodo y callado ante la serie de decisiones criticadas en otras instancias judiciales para amortiguar sus compromisos a sus socios independentistas por parte de Pedro Sánchez, desde la reforma a la carta del Código Penal al tormentoso proceso de la amnistía y el presente. Los actos del Gobierno son actos colegiados, y por lo tanto, se entiende que Marlaska asume plenamente las decisiones de Pedro Sánchez como pago o precio a los independentistas para seguir en la Moncloa recosiendo a su medida las normas penales ordinarias o fabricando un manto exhaustivo para su impunidad.
Puedo aportar, en ese sentido, mi propia experiencia personal. He tratado personalmente a Marlaska y compartido con él, como ponente, las Jornadas de Derecho que durante mi etapa como docente universitario organizaba la Facultad de Derecho de la Universidad de Vigo y el propio Consejo General del Poder Judicial. Fue una experiencia, grata, enriquecedora y aparte de los temas tratados en las propias jornadas, celebradas en Ourense, fue especialmente enriquecedor el contacto personal durante nuestra convivencia. Fue particularmente grato escuchar su relato de su experiencia como juez en el desmantelamiento de ETA, con diversas anécdotas y episodios. En ese mismo sentido, recordó sus votos particulares en algunos casos especialmente controvertidos, como corresponde a un juez progresista y documentado. En ese sentido, en una de las ocasiones en que, tras jornadas de trabajo, almorzábamos con otros ponentes, abordó temas personales de enorme importancia, lo que nos dio a todos medida de su calidad humana.
Estos días, en medio de la tormenta que se ha cernido sobre él, ha llamado la atención su empecinamiento en no reconocer su propia responsabilidad en la serie de sucesos que rodean las causas y carencias que concurrieron en el asesinato de dos guardias civiles en Barbate. Desde esa perspectiva del Marlaska que recordamos de cerca, uno se pregunta qué necesidad tenía de perseverar en no dar explicaciones o pretender alejarse de los propios efectos de las decisiones equivocadas que tomó en su momento y el desaliento provocado en los guardias civiles que, sin medios ni respaldo tratan de enfrentarse al narcotráfico industrial en la provincia de Cádiz. Su insistencia en no renunciar a su cargo ni asumir con claridad el alcance de sus propias responsabilidades, causa sorpresa y dibuja la silueta moral de una persona muy distinta de la que conocíamos. 

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