Opinión

La pregunta esencial que ningún entrevistador ha hecho a Sánchez

He estado y estoy siguiendo las diversas entrevistas que le vienen haciendo al doctor Pedro Sánchez sobre el balance de su ya largo mandato y estoy perplejo de que salvo una ligera aproximación de Alsina y otra de Évole, ni uno y otro no repreguntaran, como fue evidente, cuando el presidente del Gobierno de progreso se salió por la tangente. Los viejos periodistas sabemos que, cuando en una entrevista ocurre de esto, ya la experiencia, los manuales y memorias de los grandes comunicadores y, sobre todo, el sentido común, la forma de evitar que el entrevistador se evada es repreguntar. ¿Por qué nadie preguntó a Sánchez dónde quedaron “sus principios”, como elemento vertebrador de sus actos en política, que proclamó como guía práctica y moral desde la tribuna del Congreso de los Diputados? ¿Es que cambió de principios o es que, en su caso, son como los de Groucho Marx?

Quienes nos formamos bajo la influencia del “Nuevo periodismo” aprendimos que, en determinadas ocasiones, cuando se tiene delante a un personaje hay que preguntarle aquello que estamos seguros que le preguntaría cualquier ciudadano de la calle. La entrevista es, o debería ser, uno de los géneros más cuidados, mejor preparados (hay que documentarse bien de lo que hace, dice o escribe el entrevistado) y en este caso se disponía de elementos sobrados para colocar a Pedro Sánchez ante sus propias contradicciones. Hay que tener en cuenta que, en este caso, el entrevistado va preparado, y sus asesores lo han dotado de un prontuario de respuestas a aquellos aspectos controvertidos que puedan surgir. Y eso es también normal desde su interés. Pero el periodista debe actuar, como aconsejaba Tom Wolfe, como “un cazador” que sabe no dejarse engañar por su presa. Eso decía uno de los grandes del Nuevo Periodismo y lo mismo otros de aquel movimiento: Desde Norman Mailer a Rex Reed y tantos maestros, periodistas y escritores de aquel movimiento.

Sin perder el horizonte de la objetividad, bien fundamentada en la investigación, el periodista debe mostrar su rigor y personalidad ante el personaje que se le pone a tiro y no dejarlo escapar sin llegar al fondo de las cuestiones esenciales. Y en este caso, Sánchez, como ha hablado tanto de modo tan expresivo, brindaba ocasiones de preguntarle sobre cómo superó sus problemas de sueño con Podemos, fue capaz de pasar las líneas rojas con Bildu que él mismo trazara o como se desdijo de sus severos juicios sobre el procès, sus protagonistas, el deben de acatar las sentencias y sus escrúpulos morales no ya con los indultos, sino llegar a la Moncloa en el mismo carro que los independentistas, incompatibles con “sus principios”.

Porque frente a las preguntas que uno espera que le hagan a Sánchez, éste demostró ir bien preparado para justificarse y como dicen sus turiferarios, demostrar que “no se siente concernido por sus palabras, sino por sus objetivos”, que es su regla moral convertible, según el caso. Por eso, dijo aquello de que no mintiera nunca, afirmando que “mentir significa decir algo a sabiendas de que no es verdad con propósito de engañar. Rectificar o cambiar de posición es distinto, y lo he hecho por una causa mayor".  Y ese era el momento de preguntarle cuál era esa causa mayor y dónde quedaron o si había cambiado los principios, pero nadie lo ha hecho hasta ahora. En todo caso, cuando se produce lo que para él fueron meros cambios de posición o rectificaciones se deben o se espera que se expliquen. Pero lo más insólito fue, empero, que quién se marcara determinadas líneas rojas a sus actos, concluyera que da lo mismo con quien se pacte, porque lo importante no es el quién sino para qué. O sea, que brinda a sus contrarios un excelente argumento para hacer lo mismo, cosa que ahora tanto se critica.

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