Opinión

Angelina o el honor del brigadier en la política nacional

Vamos a empezar siendo serios con las cosas que escribimos: Puigdemont no ha estado nunca ni está en el exilio, sino fugado de la Justicia. Lo dijo claramente ese gran hombre con sentido de Estado que es el doctor Pedro Sánchez, cuando se comprometió a presentarlo ante los jueces porque la fiscalía estaba a sus órdenes. Y, sobre todo, como solía repetir, es un hombre de principios que marca su línea política, sujeta a un riguroso código moral que establece rígidas a inamovibles líneas rojas, entre las que destaca no pactar con Bildu, ni depender de los independistas para gobernar. “Porque no es no y nunca es nunca”. Claro que su generosidad está siendo burlada por sus beneficiarios que lo traicionan. No hay derecho. E inevitablemente hace que lo que ocurre recuerde aquella comedia de Enrique Jardiel Poncela, titulada “Angelina o el honor del brigadier”. Angelina, hija de Don Marcial, el brigadier, se escapa con Germán el día de su petición de mano. Su padre y Rodolfo, el novio abandonado, les persiguen. Don Marcial se debate en duelo con Germán y le hiere, y se da cuenta entonces de que su mujer, Marcela, le estaba engañando también con el mismo galante. El brigadier ve manchado su honor y decide tomar medidas drásticas- Claro que en este caso de la actual versión es el tolerante complaciente que entiende, protege y disculpa al personaje que lo mancilla, a la vista de todos, y que él asume de modo natural.

Y es que la política nacional tiene hoy mucho de vodevil, aunque los cornudos seamos ahora el conjunto de los ciudadanos que creemos en la dignidad del Estado y la Constitución. El brigadier, quiero decir, el presidente del Gobierno, y sus actores secundarios en la comedia, se cansan de repetir que la amnistía es el comienzo de un tiempo nuevo de reconciliación y de normalidad política entre el Estado y la comunidad catalana donde ahora reinará la normalidad política que dejará atrás los errores cometidos por la derecha, verdadera responsable del “procès” y sus consecuencias por haber aplicado la Constitución y la ley en vigor a los patriotas catalanes que se limitaron a ejercer sus derechos democráticos, perseguidos por el Estado opresor y los jueces que lo servían. La amnistía repone las cosas al sitio que le corresponde y corrige los atropellos. Sánchez, el hombre de los sólidos principios, tiene ya su sitio en la historia como ”Pedro Sánchez, el reparador”. Su figura emerge sobre la derecha frachona con la nitidez de un hombre de Estado irrepetible.

Lo malo es que los ayer maltratados ayer por el Estado no parecen acogerse del todo, salvo en su uso funcional a la gracia. No es que hayamos vuelto al punto de partida donde estábamos cuando Cataluña, como nación, declaró su independencia. Hemos ido más atrás en la superación de las injusticias y agresiones del Estado y desde esta posición, las vanguardias de su futuro Estado, advierten, pregonan, lanzan y avanzan para recuperar el tiempo perdido. Y mientras el doctor Pedro Sánchez abre sus brazos, los beneficiados por su altura moral, como padre de la nación, vuelven a donde estaban, confortados, reparados y fortalecidos no ya por el perdón que borra sus delitos, sino por la convicción moral de su razón y la confianza de que al final, a partir de la bien ganada amnistía, llegarán a la meta de la independencia, si acaso tras el breve paso del referéndum. Porque suya es la razón a la que se ha plegado el hombre que reconoce sus errores y sabe cambiar de opinión “y de principios” que no son permanente, sino movibles como hemos visto y cuyos actos los preside un riguroso código moral reversible, que se va adaptando a lo que surge.

Y desde la propia inmunidad reconocida, Junts advierte que la amnistía se debe aplicar y se aplicará ya, y advierte a los jueces proto fachosos que intenten boicotearla, limitarla, interpretarla o obstruirla, ocurrirán en delito así que ojito, que ellos son sensibles a la aplicación de la ley, que se pasan por donde salvada sea la parte, cuando les peta. Que el que Santos Cerdán, el negociador delegado de Sánchez, trata respetuosamente de “presidente”, como debe ser, se prepara, en la explotación de su victoria para recuperar la presidencia de Cataluña de la que fue arrojado por la derecha (bueno, de aquella al doctor Sánchez le pareciera bien, pero eso no tiene importancia) y desde la misma hacer definitivamente un Estado pleno. Y como en la función hay otros actores, entre todos van añadiendo secuencias incorporadas al libreto sobre la marcha, en forma de nuevas cesiones y entregas al mismo, según se les van ocurriendo.

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