Opinión

Una situación casi inaceptable

Cuando, este jueves, se reanuda, aunque solo puntualmente, una cierta actividad parlamentaria, cabe afirmar que España vive una situación política inaceptable. Con perfiles de futuro aún menos claros que los de Italia, cuya clase política es al menos tan endeble como la española, pero mucho más flexible a la hora del pacto, a la hora de 'hacer política' cuando están contra las cuerdas. Quedan tres semanas escasas para evitar ir a las elecciones, cuartas en cuatro años, y lo que todos parecen estar haciendo es, si nos atenemos a las apariencias, procurar meternos de cabeza en una nueva carrera a las urnas.
Quizá sea una carrera hacia el abismo, que nos llevará a otros seis meses de provisionalidad... en el mejor de los casos. Los poderes del Estado andan seriamente tocados; las instituciones, necesitadas de una urgente renovación; las autonomías, al borde de la quiebra; la confianza empresarial cada día más en baja. Y ¿qué es lo que nuestros representantes están haciendo ante todo esto?
Pues lo que están haciendo es lo siguiente: convocar para este jueves, tras no poco rifirrafe, la primera sesión parlamentaria en meses, para que la vicepresidenta en funciones Carmen Calvo, y no el presidente en funciones Pedro Sánchez, explique lo que se ha hecho en la crisis del 'Open Arms'. Así, Calvo, poco acertada en muchas de sus actuaciones, y menos aún como negociadora, y totalmente desacertada como portavoz del Ejecutivo, se está convirtiendo en una especie de pararrayos de Sánchez; quizá no sea casual este destino. Lo esencial es preservar 'al jefe' (en funciones, insisto).
Y la oposición, aún sesteante, ha pedido la comparecencia de otros ministros/as (en funciones) para contar en el ámbito Legislativo aspectos puntuales de sus actuaciones o sus no-actuaciones. Demanda modesta, a fe mía, en un país que lleva tres años y medio con un Legislativo a medio gas, sin haber celebrado en todo este tiempo un debate sobre el estado de la nación; un país en el que su presidente del Gobierno, por muy en situación provisional que se halle, no solamente no comparece ante las cámaras, sino tampoco ante los medios: ¿qué se hizo de aquella rueda de prensa, ya tradicionalmente obligada, de final del curso político? ¿Es que los españoles no merecemos conocer lo que se prepara para nuestro futuro político, que tan comprometido parece?
Y lo que están haciendo es, en lugar de buscar conjuntamente soluciones al tema, pelearse sobre la existencia o no, por escrito, de un informe de la Abogacía del Estado desautorizando fondos extraordinarios, al no tener nuevos presupuestos (estamos con los de 2017, que esa es otra), para que las comunidades autónomas puedan seguir funcionando con normalidad. O sea, Ejecutivo en funciones, Legislativo inoperante, Judicial con su mandato vencido hace más de medio año y autonomías al borde de no poder pagar a sus funcionarios.
Y lo que también han hecho, y alguno aún lo está haciendo, es irse de vacaciones (en paradero secreto a veces), y prolongarlas, como si el bloqueo político no fuese con ellos. Y como si este septiembre negro que se nos echa encima -veremos lo que ocurre en Cataluña, donde incluso podría haber unas turbulentas elecciones, casi un plebiscito- fuese cosa de los otros. Nos han situado en las dos Españas irreconciliables: entre el 'España suma', para lo que valga, y el 'Gobierno Frankenstein', también para lo que valga, que ya se ve que es poco. ¿De verdad nos fuerzan a escoger entre una y otra?
La sociedad civil, una parte mínima de la cual es la que está contándole amigablemente sus cuitas a Pedro Sánchez estos días, parece haberse desinteresado ya prácticamente por completo del proceso político: supongo que nadie quiere que se le culpe ni siquiera mínimamente de lo que está ocurriendo y prefieren pensar que, como en Italia, se puede vivir al margen del Gobierno.
Esta sociedad civil se limita a constatar, lo dicen las encuestas del CIS, que 'los políticos' se han convertido en uno de los principales problemas del país. Un país paciente, donde la indignación se traduce en bromas irónicas en las redes sociales y poco más. Me dice un político, dirigente de una de las formaciones responsables de que estemos como estamos, que exagero; el país sigue funcionando con normalidad, vienen los turistas, los colegios preparan el nuevo curso y abren las panaderías, me dice. Faltaría más, le respondo. Y me parece que no me entiende. Así que no haré más preguntas, Señoría.

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