Opinión

Orbán, caballo de Troya en Europa

El primer ministro de Hungría, Viktor Orban.
photo_camera El primer ministro de Hungría, Viktor Orban.

Desde hace doce años, el húngaro Viktor Orbán ha estado modulando el país a la medida de su ideología y de sus intereses. Es la viva encarnación de la extrema derecha con perfume fascistoide. Representa los antivalores de los valores europeos y se ha convertido en el cáncer de la democracia y la pesadilla del Viejo Continente.

A pesar de todo, obtuvo un rotundo éxito en las elecciones del pasado domingo, tal fue su euforia al conocer los resultados que proclamó que su victoria se podía ver desde la luna, exagerado que es el hombre. Lo que es cierto, es que su éxito se lamentó en Bruselas. Había cierta esperanza de que perdiera, incluso algunas encuestas alentaron el espejismo de que la coalición de seis partidos que se formó para desplazarlo del poder podía ganar. No fue así, los resultados fueron devastadores para sus adversarios, ya que el partido Fidesz de Orbán obtuvo el 53% de los votos y 135 escaños de los 199 que constituyen el Parlamento. La coalición de seis partidos, bajo el nombre de Unidos por Hungría, que encabezaba el exalcalde Peter Marky-Zay se quedó en el 35% de los sufragios y 56 escaños. Una devastación para la democracia, música de violines para la ultraderecha y la autocracia. Putin fue el primero en felicitarle, le siguieron los populistas xenófobos de Alternativa por Alemania, el italiano Salvini le grito Bravo Viiktor y el líder de Vox, Abascal le trasmitió una felicitación entusiasta.

Es cierto que los resultados fueron aplastantes, pero los procedimientos dudosos porque los electores llevan años dopados con droga dura. Orbán y sus seguidores del partido Fidesz ejercen un control omnipresente y omnipotente sobre todas las instituciones del país. Los medios de comunicación públicos son unánimes en la alabanza de Orbán, sin la menor posibilidad de crítica, duda o análisis objetivo. Los medios privados controlados por los ricos amigos de Orbán son más radicales y exagerados en las alabanzas que los públicos. Pero el control social va mucho más lejos. La corrupción circula por los estamentos del poder con toda naturalidad, es una parte viva del sistema, ya que los órganos anticorrupción que podían ponerle freno están en manos de militantes de Fidesz, al igual que la fiscalía y el sistema judicial. El nacionalismo ultraconservador, fervoroso de los valores nacionalistas tradicionales considera como enemigos a los emigrantes, a las ONG, al colectivo LGTBI, al presidente de Ucrania Zelensky y al multimillonario George Soros. Un coctel muy variado. Los medios de comunicación están en permanente campaña contra ellos. Según el sociólogo Andras Biró -Nag animador del grupo de reflexión Policy Solutions, Orbán fue ocupando la sociedad por sectores. En la primera legislatura, el partido Fidesz ocupó la esfera política. En la segunda, la económica y en la terceras que acaba de concluir con las última elecciones colonizó el mundo cultural. En estos momentos, Orbán es el dueño absoluto del estado. El control sobre los jueces es evidente según Biro-Nag, pero hay que precisar que no se hace de manera burda como se hacía en la Unión Soviética, donde se les llamaba para darles ordenes, en la Hungría de Orbán y de Fidesz, se hace de manera más sibelina. A los versos sueltos que se mueven fuera del sistema, les complican la vida rebajando sus condiciones laborales, trasladándoles a peores lugares y retirándoles complementos económicos. Lo mismo ocurre en el mundo de la enseñanza, de manera concreta en la Universidad y en el funcionariado. Por todos estos aspectos, la Unión Europea les ha sacado varias tarjetas amarillas con amenazas de sanciones.

En la sociedad húngara, a orillas del Danubio, ya no suenan los violines zíngaros de pasadas épocas, ni en Budapest domina la sensualidad

de las imperiales y gordezuelas princesas rubias de generosos escotes rodeados de un coro de suspiros. Cruzan la Sociedad húngara silbidos de vientos y de odios. Orbán anima los enfrentamientos, lo de sino estás conmigo estás contra mí.

La corrupción en Hungría siempre fue un mal endémico, pero según Peter Martin, director de Trasparencia Internacional. Dice: “Donde antes había una disfunción del sistema, con el gobierno de Fidesz, la corrupción se convirtió en parte del sistema. Los cuatro o cinco principales oligarcas del país gobiernan en simbiosis con el gobierno.” El pasado noviembre la Comisión Europea pidió explicaciones a Budapest y el mismo Peter Martin concluye: “Hungría está entre la Italia de Berlusconi y la Rusia de Putin”. Según el Eurobarómetro, el 69% de los europeos considera que considera que la corrupción es inaceptable, mientras que en Hungría solo el 38% piensa lo mismo. Tal vez, la boyante situación económica del país contribuye a una fácil y alegre convivencia con la corrupción. El paro prácticamente no existe, ya que ha pasado del 12% en 2010 al 3´8% el año pasado, pero en el paisaje económico también hay motivos de preocupación como es la alarmante subida del coste de vida. La inflación está siendo galopante, el pasado febrero, la inflación alcanzó el 8´3%. En vísperas de la cita electoral, el gobierno tomó varias medidas para neutralizar la escalada de la inflación poniendo una limitación de precios a los bienes básicos de consumo, a la gasolina y a las facturas privadas de las distintas energías.

La campaña electoral se hizo en plena guerra, pero desde la entrada de los primeros carros de combate en Ucrania, Viktor Orban apostó por Putin y la mayoría de los medios húngaros apoyaron a Putin. Orbán en la celebración de los resultados electoral citó al presidente Volodomir Zelensky como uno de los enemigos de Hungría. En el título de este articulo acudo a la cita del caballo de Troya como símbolo de los que Orbán hace en la Unión Europea. Al calificar a su régimen de iliberal se declara al margen de los principios democráticos de la Unión Europea. Y sus decisiones con relación a las sanciones impuestas al Kremlin por la injusta invasión de Ucrania rompen la Unidad Europea. Hungría mira más al este que al oeste. Se manifestó contrario al envío de armas a Ucrania y negó el pasó por su país a las armas que otros enviaban. Decidió que pagaría con rublos como exige Putin, frente a la decisión consensuada de hacerlo en dólares o euros como indican los contratos. La Hungría de Orbán sobra en Europa porque no cumple las normas básicas de la democracia.

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