Cartas al director

Háblame de emigración, emigrante

 Parafraseando aquel dicho tan popular y marinero: háblame del mar, marinero. Sorprende y es alucinante escuchar hablar y opinar, hoy aquí en España, sobre emigración a personas que nunca salieron de su país y desconocen por supuesto los entretelones de la vida y milagros de la misma, pero albergan en sus alforjas populistas el engaño masivo para confundir y secuestrar conciencias. Entre ellos están algunos medios de comunicación, tergiversando, opinando y vendiendo su "solidaridad sin fronteras" adosada del "café para todos y todas", para camuflar con una complicidad asombrosa y peligrosa a quienes, violenta y careciendo de identificación y familia, tratan de asaltar nuestras fronteras. Muchos de los mismos son menores de edad, que luego los vemos pululando desorientados y abandonados por las calles y plazas públicas de nuestros pueblos y ciudades buscándose la vida y camuflados convenientemente  por las mafias con el nombre de emigrantes, engrosando esa creciente legión de top-manta que terminarán convulsionando la convivencia y el progreso del país.
Emigrante es todo aquel ser humano que acdede de forma legal al país receptor y se adapta a su Constitución y Leyes para pasar a formar parte activa de la misma familia, llegando incluso a formar parte de su nacionalidad conjuntamente con sus hijos allí nacidos. Ese es el camino correcto de todo emigrante, y que se precie de serlo. Todo lo demás son atajos peligrosísimos a la connivencia y desarrollo armónico de un país. Llegando en algunos casos, como sucedió en la Venezuela de los ochenta, a desintegrar la familia y crear una sociedad paralela con derechos, sin las obligaciones indispensables con el país de acogida.
La vida y milagros de la emigración solo será creíble razonablemente si quien la cuenta, vivió en carne propia las peripecias que la misma alberga bajo el paraguas de la legalidad de origen para llegar a subsistir y triunfar en tierras extrañas donde los sufrimientos y alegrías te marcan el camino para conseguir un trabajo rentable y estable con la fuerza que te da el comportamiento ejemplar para alcanzar el deseado tren del progreso en libertad mientras unos hacíamos esfuerzos y sacrificios para alcanzarlo y fuera duradero. Otros jugaban con su eufemismo ramplón de llamar emigrantes a los vulgares invasores sin identificación, para ponerlos al servicio de su partido y mafias poderosas bien organizadas y protegidas por una izquierda sin patria ni rumbo. Así en menos de cinco años, tomaron por asalto barrios periféricos de ciudades y pueblos de Venezuela, más de cinco millones de indocumentados, su primer objetivo era instalar en los barrios casas de juegos ilícitos, ventas de drogas y alcohol, adosado de la prostitución itinerante. La descomposición social de los mismos crecía y se multiplicaba con una complicidad política asombrosa sin que autoridad alguna interviniera, y los pocos que lo hacían se vieron coaccionados y obligados a corromperse. Aquel desbarajuste convirtió a toda la sana emigración legal, ya integrada al país, en rehenes de todos sus dislates que se estaban cometiendo. Fue Carlos Andrés Pérez un socialista, el promotor, instigador y cómplice necesario, al abolir la Ley de Extranjería y abrir las fronteras del país de par en par. Los resultados fueron catastróficos y la evidencia palpable y visible. Es la generación descarriada, salida de sus entrañas, la que hoy desgobierna Venezuela, la gente honesta y trabajadora huye despavorida del país. ¿Qué pasa en Europa hoy, que no quieren ver la realidad?
Las izquierdas sin rumbo ni patria, hoy aquí, las están utilizando con los mismos métodos e idénticos fines, ya denunciados por mí hasta la saciedad, en mis cartas en este diario, Atlántico. Con el desprecio incluido a los emigrantes legales, aquí llegados legalmente e integrados al país. También estaban los cientos de miles de emigrantes españoles legalmente allí llegados. Algunos retornando hoy a su tierra desde Venezuela, por la situación caótica y desesperante que allí se vive. Y deberán soportar los desprecios y humillaciones inimaginables en sus propios Ayuntamientos, donde muchos de ellos contribuyeron con su trabajo y ahorros a la transformación y progreso de los mismos. y observan con tristeza hoy, los homenajes desgraciados y aberrantes, a quienes, por los caminos del mundo fueron los protagonistas de sus penurias, expropiaciones y ruina, incluyendo, los verdugos de su propia familia. Si este es el camino de la España actual, apaga y vámonos.