Cartas al director

Agradecer no es únicamente dar las gracias

 “Tal vez la gratitud no sea la virtud más importante, pero sí es la madre de todas las demás” Marco Tulio Cicerón.
Siempre me gusto la cultura griega y por su continuidad, la latina. En ambas se sustenta, en gran medida, la civilización y la historia de Europa.
En casa me recordaban la importancia de ser agradecidos y el refranero español aún lo hace.
En no pocas ocasiones me creía con derecho a conseguir aquello que, quizás siendo de justicia el obtenerlo o recibirlo, deseaba o necesitaba.
Con el paso de los días me fui dando cuenta que aun cuando el derecho me asistía no siempre lograba lo que pretendía, y que cuando lo conseguía olvidaba que ese logro no siempre era fruto de mi esfuerzo o dedicación, de mi estudio o laboriosidad, si no que la mayor parte de las ocasiones me venía dado por los que me rodeaban. En definitiva olvidaba lo que en mi casa se decía.
Muchas veces consideramos que pagar por un servicio recibido es suficiente, puede que económicamente lo sea. Pero detrás que cada acto en el que interviene la persona, hay un algo intangible que no se puede medir y por tanto valorar o cuantificar. 
Hace unos días fuimos a comer al restaurante de un amigo al que no veía desde hace años. Después de “echarnos en cara” los años perdidos; nos entregó –yo no iba sólo- la carta. Al poco rato nos preguntó si habíamos elegido. Le dije que no pero que me gustaría comer lo que a él habría pedido de estar en mi lugar. Su cara la recordaré toda la vida.  Fue esa expresión que se forma cuando no sabes si romperle la cara al de enfrente o echarte a llorar, en menudo compromiso le puse. Agradezco vivamente que no hiciese ninguna de las dos cosas, pues posiblemente no habríamos comido, ni tan bien ni tan barato. 
Tras la comida comenté con mi acompañante alguna anécdota referida al dueño del restaurante. Me dijo que lo que había observado en el restaurante en la hora y media que habíamos estado de comida y tertulia le había hecho entender el porqué de nuestra buena amistad. El dueño era la amabilidad y el agradecimiento personificado con todos y cada uno los comensales. A pesar de que el restaurante estaba lleno, para todos tenía tiempo, una sonrisa y un consejo culinario.
Pagar el servicio o el bien recibido o adquirido es de justicia económica, pero si además lo agradecemos con una sonrisa y una palabra amable, creceremos como personas ante los demás. Seremos, como dice Cicerón, más virtuosos….. y eso contagia.