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La Policía del caso Déborah: “Tenemos la esperanza de que lo resolveremos”

La familia de Déborah, en el homenaje a la joven el pasado mes de abril en Vigo.
photo_camera La familia de Déborah, en el homenaje a la joven el pasado mes de abril en Vigo.
El subinspector del grupo de homicidios y desapariciones, Carlos Segarra, incide en que nunca “abandonamos”

 La desaparición y muerte de la joven viguesa Déborah Fernández en 2002 es uno de los cinco casos que  investiga el grupo segundo de  la sección de homicidios y desapariciones de la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta (Ucdev). Las pesquisas se reactivaron hacen meses tras la aparición de nuevos indicios, lo que ha llevado a los miembros de este grupo a  regresar a Vigo en varias ocasiones para  tirar del hilo y conseguir unos resultados que podrían llevar a la reapertura judicial del caso, tal y como solicita la familia.


El subinspector de este grupo, Carlos Segarra, asegura que “tanto en éste como en el resto de asuntos en los que trabajamos tenemos la esperanza de que lo vamos a resolver. De hecho, nuestra ilusión y nuestro esfuerzo van dirigidos a su esclarecimiento”.  Para ello, afirma, se están “invirtiendo muchas horas”.


Segarra explica que la sección se hizo cargo de la investigación del caso Déborah desde el principio, cuando apareció su cadáver. En estos 17 años, lo que ha cambiado son los investigadores pero “la filosofía es la misma”. A pesar del tiempo transcurrido, incide en que “la Policía no ha dado carpetazo ni a este ni a ningún otro caso sin resolver, otra cosa son las decisiones de los juzgados a los que la Ley les obliga a dictar los archivos provisionales, pero eso no significa que no se sigan investigando”.


El subinspector explica que “hay momentos en los que hay más actividad porque hay más noticia y hay otros en los que efectivamente  al haber menos actividad para poder seguir trabajando, los asuntos están un poco paralizados, pero en ningún momento se abandona”.


Para abordar este tipo de asuntos complejos que llevan años en un aparente callejón sin salida se funciona “a raíz de nuevas informaciones que están llegando. Se analizan y se explotan hasta su finalización. Si son buenas hemos conseguido el éxito y si no lo que hacemos es documentarlas. Pero ningún asunto no resuelto queda en un cajón, sino todo lo contrario”.


La falta de avances o de resultados no es un obstáculo para este grupo especializado. El subinspector señala a este respecto que “tenemos un alto grado de tolerancia a la frustración.  Estamos acostumbrados, sabemos que nuestro trabajo es muy laborioso y de echarle muchas horas y muchas veces de no ver los resultados pero evidentemente todos los que estamos aquí sabemos dónde estamos, a lo que nos enfrentamos y no nos permitimos el lujo de frustrarnos ni de deprimirnos”.


Tampoco les afecta, asegura, ni la presión, ni las críticas ni lo que se pueda comentar sobre un caso, “nosotros no nos dejamos impregnar por lo que hay en la calle. Investigamos los hechos desde una objetividad total”.


A este respecto, también añade que “tratamos todas las investigaciones con la misma importancia, no nos importa de dónde proviene la familia, ni la relevancia, ni el estatus social”. 


La amenaza de prescripción, como en el caso de Déborah Fernández, es uno de los puntos a tener en cuenta. “Evidentemente es importante, pero tenemos tiempo suficiente”, afirma.
El paso del tiempo en las investigaciones supone un importante inconveniente en “pruebas de imposible reproducción, como por ejemplo intentar recuperar un tráfico telefónico desde una determinada antena trascurrido un año, pero también en los propios testigos, que pueden haber fallecido o   haber modificado sus recuerdos. La memoria distorsiona los hechos y con los años se tiende a acomodarlos para encontrar una explicación que para nada se corresponde con la realidad”. A juicio del investigador, “la experiencia  marca la credibilidad de un testigo”.


Frente a las desventajas, el tiempo puede llegar a ser un aliado para los avances científicos y técnicos. “Hace veinte años, cuando empecé a trabajar el ADN se conocía de forma muy fugaz, los análisis tardaban mese, ahora se tienen en días. Estas técnicas han avanzado muchísimo”.

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