A las 23,00 horas Vigo enmudece. El toque de queda impuesto con el nuevo estado de alarma ha vuelto a dejar las calles vacías como ya ocurrió en el inicio de la pandemia. El cierre de bares, terrazas y restaurantes elimina cualquier atisbo de bullicio en el centro de la ciudad, que en su primera semana de confinamiento nocturno muestra una imagen fantasmagórica. Las restricciones de movilidad también se dejan notar en el tráfico. Las principales arterias de la ciudad registran vehículos con cuentagotas, los de aquellos obligados a desplazarse por motivos laborales, sanitarios o de primera necesidad.
Las imágenes de las colas, que fueron protagonistas durante el confinamiento absoluto de marzo, comienzan a repetirse de forma tímida, ahora de noche, delante de las farmacias, uno de los establecimientos incluidos como excepciones en el real decreto del domingo.
El segundo estado de alarma ha causado cierta confusión entre los vigueses. De hecho, en la última jornada nocturna fueron varios los dueños de mascotas que pudieron verse en la calle más allá del toque de queda. Se trata de un confinamiento nocturno, no total, por lo que cualquier actividad que no esté recogida como esencial deberá adelantarse para evitar salir a partir de las once de la noche.
La nueva restricción ha obligado a readaptar horarios en algunos negocios de ocio y comerciales, y de momento, la situación se mantendrá a la espera de revisar la incidencia de los contagios que en Vigo siguen creciendo a un ritmo vertiginoso, tras registrar el lunes la peor cifra de casos activos desde el inicio de la pandemia.