Cambio de hora

El cambio de hora pone a Vigo como ciudad con el anochecer más tardío

La luz del sol llega en verano hasta casi las once de la noche.
photo_camera La luz del sol llega en verano hasta casi las once de la noche.
El horario de verano permite que haya luz incluso a las once de la noche entre junio y julio, un caso único en el mundo

Vigo y A Coruña son las dos ciudades donde anoche más tarde de toda Europa, como podrá constatarse a partir de la noche de sábado al domingo con el adelanto de la hora ya con el período veraniego, que llevará en abril a que el sol se ponga a partir de las nueve de la noche, algo impensable en resto de la península, no digamos en el continente. En los mejores días de verano, A Coruña puede presumir de que el sol se pone uno o dos minutos después que en Vigo, pero el brillo solar es mayor en las Rías Baixas, por lo que la luz se mantiene más tiempo: a finales de junio y principios de julio llega hasta casi las 11 de la noche, lo que no ocurre en ninguna otra parte del mundo salvo en los polos, donde el día es eterno y el sol no llega a ponerse. 

Pero ¿por qué se produce esto? Por una triple circunstancia. La primera, que la mitad de Galicia -las provincias costeras- se encuentra en el huso horario de Canarias y Portugal, aunque por pura lógica rige el mismo que en el resto de España. La segunda, que España está una hora adelantada y así mantiene el mismo reloj que el resto de Europa, hasta Ucrania. Y la tercera, que en verano rige el horario de marzo a octubre, que añade otra hora. Por eso es posible llegar hasta las once de la noche, cuando tendría que estar dos horas al menos por detrás.

El mar más frío

Otra singularidad de Vigo es la temperatura del mar, extremadamente fría. En los días previos a esta Semana Santa, cuando el termómetro alcanzó los 27 grados y las playas se llenaron, el chapuzón en la Ría solo estaba al alcance de los más valientes: 13 grados, como en buena parte del Norte europeo, incluyendo en esta ocasión el Cantábrico. Pero es en verano cuando ss puede constatar la diferencia: en junio y julio, las aguas de Samil o Cíes suelen mantenerse entre los 16 y los 18 grados como máximo, similares temperaturas al Báltico o en Reino Unido. De hecho, se puede ver un mapa de la página especializada Seatemperature donde aparecen en amarillo, con agua templada o cálida, todas las calas del Mediterráneo y el Cantábrico, así como la costa atlántica francesa. Solo las Rías Baixas están en rojo, con el mismo color que el Mar del Norte y el Báltico. No hay parangón en la península, y ni siquiera en Galicia, salvo en las otras tres rías del sur, Pontevedra, Arousa y Noia, donde en ocasiones pueden alcanzarse similares extremos gélidos.

Un estudio de Aemet concluyó que la media de las aguas españolas en julio oscila desde los 17,3º registrados en las playas de Vigo, las más bajas de toda la península, a los 25,3º de la costa alicantina. El observatorio Torallamar (Estación de Ciencias Marinas de la UVigo) mantiene que la media en junio del promedio histórico es de unos fríos 16.5 °C, con oscilaciones entre la mínima de 13.8 °C y la máxima de 18.8 °C. 

Durante todo el año, la temperatura del agua en Vigo no supera los 20 °C y en algunos días de junio y septiembre se calienta incluso más. En invierno alcanza los 13.6 °C, en primavera 14.3 °C, en verano la temperatura media aumenta a 16.9 °C, y en otoño es de 16.4 °C. Según el programa de observación satelital Copernicus de la Unión Europea, el agua en Cíes o en Samil está a la misma temperatura que en algunos puntos del Mar Báltico y del Mar del Norte. Esa es la gélida realidad de la Ría.

En 2018 Samil llegó a los 25 grados a principios de agosto, la más alta nunca registrada, pero por poco tiempo: la llegada de vientos del norte normalizó la situación, empujando hacia abajo el mar de superficie, y aflorando el del fondo, mucho más frío, un fenómeno (el afloramiento) que explica por qué bañarse en las Rías Baixas exige una cierta valentía que no se da ni en el Cantábrico ni mucho menos en el Mediterráneo. Con todo, la Asociación para la Defensa Ecológica de Galicia (Adega), mantiene que desde los años 60 se ha dado un crecimiento global: se estima que las temperaturas de las costas está subiendo 0,2 grados por década.

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